Wilhem, Greta, Friedhelm, Charlotte y Viktor son los cinco amigos alemanes que
protagonizan la serie “Hijos del Tercer Reich” (Canal+) y que ya forman parte
de nuestra educación. Las grandes series televisivas son así. ¿Qué hemos
aprendido viendo “Hijos del Tercer Reich”? Hemos aprendido con Friedhelm que, a
diferencia de lo que dicen los románticos de la sangre (casi siempre ajena), la
guerra saca lo peor de los hombres, y que la guerra consiste en matar antes de
que te maten. Eso es todo. Wilhem, el hermano de Friedhelm, un oficial alemán
que aprenderá, y nosotros con él, que la guerra siempre es sucia y absurda,
concluye que las auténticas ganadoras de una guerra son las moscas, porque las
cebamos con la carne de los soldados. Greta, una cantante dispuesta a todo con
tal alcanzar la fama, muere fusilada por atreverse a desafiar a la Gestapo y por
no confiar ciegamente en la victoria final de las tropas de Hitler. Greta nos
enseña que hay muchos tipos de sacrificio y muchísimas formas de redención. Con
Viktor, el sastre judío enamorado de Greta, aprendimos a sobrevivir sin perder
la dignidad y, gracias a él, supimos que los trenes con destino a Auschwitz iban
llenos de judíos pero volvían vacíos. ¿Los alemanes no lo sabían? La enfermera Charlotte nos enseñó que el amor es más fuerte que el fanatismo, que la
delicadeza es muchas veces el único remedio contra la brutalidad y que el
corazón tiene razones que la razón puede conocer perfectamente. ¿Qué más nos
enseñó “Hijos del Tercer Reich”? Que nos hace falta una serie titulada “Hijos de
la Unión Soviética”.
Los espectadores ya teníamos en nuestro altar a las
series “Hermanos de sangre” y “The Pacific”, y ahora hemos hecho un hueco a
“Hijos del Tercer Reich”. Pero incluso series tan exactas en la construcción de
personajes y hechos como la protagonizada por esos cinco amigos desmontados y
vueltos a montar por la guerra, cometen el error de dar a los soldados del
Ejército Rojo el papel de “¡vienen los rusos!”. Rusos terribles, violadores,
sedientos de venganza. Rusos que vemos morir, pero a los que nunca vemos vivir.
¿No habría también entre los soldados soviéticos cinco amigos separados por la
guerra? ¿Los fieros comunistas no tendrían también su corazoncito? Si había vida
más allá de Hitler, ¿no la hubo más allá de Stalin?
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