No iba camino de Damasco como Pablo de Tarso, sino mucho más lejos, hasta el final del estreno de
“Abre los ojos… y mira”, en tierras de Telecinco. Había comenzado el largo
viaje a las 9,45 de la noche del sábado como un soldado cumplidor de su deber con
la impedimenta que supone cargar con Emma
García. Tras varias horas, ¿dos, tres?, un fogonazo del televisor hizo que
mi caballo se espantara y me arrojara al suelo. No había nadie para
desmentirlo, así que me tiraré el moco diciendo que caí como pintó Caravaggio en la iglesia de Santa María
del Popolo. Bien chulo. Una voz retumbó en mi cabeza: “Estoy encantado de estar en tu primer programa, bueno, este, no otros”.
Era Fernando Guillén Cuervo que iba
a participar en una de esas humillantes entrevistas babosas que hace Telecinco cuando
no hace humillantes entrevistas agresivas y venenosas. Derribado, vi la luz.
Días antes, presentando el programa a los medios, Emma García había dicho: “Esto es un maratón de más de cuatro horas
en directo. Me va a permitir mostrar todos los registros y ser como soy, para
bien o para mal; llegar al espectador”. Fue para comprobarlo por lo que
inicié tan duro viaje. Pero Guillén Cuervo lo cambió todo. Saulo, Saulo, ¿por
qué persigues a Emma García? Aunque este sea su primera vez con “Abre los ojos…
y mira”, ¿no hubo otros programas antes? ¿No llegó ya lo bastante esta señora a
los espectadores al frente de porquerías como “A tu lado”, “El juego de tu
vida” o “Mujeres y hombres y viceversa”? ¿Hace falta seguir detrás de sus pasos
para que nos muestre todos sus registros, para saber a qué abismo televisivo
nos lleva esta vez? ¿No es suficiente confirmación la inmundicia que supuso el
humillante inicio del programa con el reality
show que lleva incrustado sobre pérdida de peso?
García, tira tú sola hasta Damasco que yo me voy camino de
la cama, que ese sí que es el mejor camino aunque nunca lo haya pintado el
cabrón de Caravaggio.
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