Hala, buitres, comed. Ahí tenéis un buen montón de carroña. Un cargamento gigante de mierda. Vais a pasar meses triturándolo, tragándolo para vomitarlo después y volver a coméroslo. Estabais un poco hambrientos, ¿eh? La digestión del caso Bretón terminó hace unos meses. Pero sólo era cuestión de esperar y dejar que la naturaleza humana siga su curso. En un país de cuarenta y cinco millones de habitantes han de ocurrir forzosamente dos o tres crímenes excepcionalmente horrorosos al año. Una niña ha aparecido muerta en Santiago de Compostela. Detienen a la madre. Detienen al padre. Que si una herencia. Que si las pastillas. Que si la cuerda. A Ana Rosa Quintana le cae por la comisura de los labios un hilo de baba rancia. Mariló Montero no puede reprimir un reflujo ácido y fétido. A Susanna Griso le suenan las tripas y eructa. En un país de cuarenta y cinco millones de habitantes ha de haber forzosamente dos millones de espectadores miserables que se sentarán durante horas ante el estercolero mediático en el que se van a convertir las mañanas televisivas de las próximas -muchas- semanas.
Dos millones de espectadores revolcándose en las heces, con un interés claramente enfermizo en conocer los detalles más irrelevantes del horror. Pues vamos a dárselos. Cuanto más podrido esté todo, más os gusta. Tenemos con nosotros a un psiquiatra que nos va a aclarar qué indica el lenguaje corporal de la madre. Está al teléfono un compañero de trabajo del padre. Podemos afirmar que la Guardia Civil valora la posibilidad de que terceras personas hayan participado en el traslado del cadáver. Un periodismo responsable abordaría este crimen con austeridad y pudor y respeto. Cinco minutos el día que ocurre y cinco minutos el día que salga la sentencia. Pero la muerte de Asunta entra en el terreno de los negocios de Mediaset y Atresmedia, y en la dieta de los espectadores coprófagos. Todo es mierda y los redactores no descansan hasta encontrar un poco más de mierda. A comer, carroñeros.
1 comentario:
Se puede decir más alto, pero no más claro. Insuperable y totalmente de acuerdo.
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