Mi amigo David “Gato”
y yo pertenecemos al sector ultraordotodoxo de la iglesia de “Ben-Hur” fundada
por William Wyler y Charlton Heston, así que nos preparamos para ver la miniserie “Ben-Hur”
(lunes, Antena 3) con ganas de ver lo que la industria audiovisual del siglo
XXI ha hecho con el clásico protagonizado por Judá Ben-Hur. A diferencia de todos los ultraortodoxos de cualquier
cosa, los ultraortodoxos de “Ben-Hur” admitimos las licencias, las variaciones,
las permutaciones y las combinaciones. Por eso no nos enfadamos con este nuevo
Ben-Hur un poquito blandengue, ni con este nuevo Mesala mucho menos duro, cruel y seguro de sí mismo, ni con esta Atenea que tienta a Judá con su cuerpo
y sus palabras, ni con este nuevo Quinto
Arrio tan poco contundente, ni con esta nueva batalla naval que no se sabe
muy bien por qué se produce, ni con esta nueva carrera de cuadrigas tan
polvorienta. Los ultraortodoxos de “Ben-Hur” entendemos los cambios porque
creemos en el maravilloso personaje interpretado por Charlton Heston. Pero hay
cosas que no se pueden mejorar.
El diseño de la carretilla, una sencilla herramienta de
invención medieval que mejoró la vida de los hombres tanto como el comer
sentados y no recostados contribuyó a reducir el dolor de espalda, es
insuperable. No le demos más vueltas. Podemos incorporar un relojito a la
carretilla, como haría Homer Simpson, o pintarla de color esperanza,
o incluso ponerle un nombre raro y venderla a un museo de arte moderno, pero la
carretilla es la carretilla. Con “Ben-Hur” ocurre lo mismo. Podemos incorporar
nuevos personajes como el de Atenea, o podemos llenarlo todo de polvo para dar
a la historia una apariencia más realista, o podemos actualizar el lenguaje y
los movimientos de los actores para poder vender el producto a la televisión.
Vale. Hasta podemos hacer que Mesala y Ben-Hur compartan el baño y, cuando
Ben-Hur rechace tener relaciones sexuales con una esclava, obligar a Mesala a
decir a su amigo esta estupidez: “No
sabía que sufrieras el mal griego”. No, no es un guiño al sutil componente
homosexual que aliña la relación entre Judá y Mesala en el “Ben-Hur” de Wyler.
Es una tontería. La carretilla y “Ben-Hur” son insuperables, pero una cosa es
incorporar relojitos a la carretilla y nuevos personajes a “Ben-Hur”, y otra
cosa es tener que escuchar de labios de Mesala que Judá sufre el “mal griego”.
Quedáis excomulgados, chicos.
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