“He dicho que te
bultes, mamá”, dice la chavalería muerta de risa imitando la voz de la animada
Princesa Bultos de los dibujos “Hora
de Aventuras” (Cartoon Network y Boing). Por su culpa, la muerte del “aventurero
del aire” Álvaro Bultó en un accidente
no sé si laboral me cortocircuitó: ahora que “bultar” es un verbo, en mi cabeza
recalentada la Princesa Bultos repetía “He
dicho que te bultes, Álvaro. Y Álvaro se bultó”. No, no es el momento de
estúpidos juegos de palabras, así que vamos por otro lado.
Sospecho que la muerte de un personaje televisivo como Bultó
será tarde o temprano una muerte televisada. Si vimos montones de grabaciones
en las que se jugaba la vida, seguro que hay una grabación de cómo la perdió.
Alguien la colgará un día, la recogerán los telediarios y la aprenderemos
fotograma a fotograma como nos tuvimos que aprender la curva del tren de
Santiago.
Con la impactante noticia del accidente vimos que esa forma
de jugar con la muerte (que este año ya lleva veinte muertos, incluido el
paracaidista que hizo de James Bond
en la inauguración de los JJ.OO. de Londres) se puede llamar “el hombre pájaro”
o “salto con traje de alas”, pero mola más “wingsuit flying” o “wingfly”. Tal
vez, cuando el vídeo salga ayude además a desmitificar el divinizado deporte de
riesgo, la glorificada aventura extrema y la celebrada vida al límite, en cuya
órbita gira, no lo olvidemos, esa estupidez unánimemente despreciada del balconing.
Así son las cosas: no deberíamos habernos quejado tanto de “¡Mira
quién baila!” y de “'Splash! Famosos al agua”, programas en los que Bultó nos
dio la brasa bailando y saltando al agua. Mejor bailar con Anne Igartiburu y saltar al agua con Arturo Valls que esa manera 1001 de morir que aún no entiendo por
qué se llama deporte y se promociona en la tele con más impunidad y menos
vergüenza que las corridas de toros.
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