Cada uno es de donde es. Bruce Springsteen es norteamericano porque nació in the USA y Rafael Bolívar Coronado es venezolano porque nació en una ribera del Arauca vibrador. Pero hay quien se resiste, como el asturiano Leopoldo Alas “Clarín” al que nacieron en Zamora, los de Bilbao que pueden nacer en donde les da la gana, o John Fitzgerald Kennedy, a pesar de nacer en Brookline, Massachusetts, también era berlinés. Más allá que “Mr. President” fueron “Los tigres del norte” en la canción “América”: “Soy el gaucho al galope por las pampas, soy charrua, soy jíbaro, utumano; soy chapín, esquimal, príncipe maya; soy guajiro, soy charro mexicano”.
Pues no es por ponernos chulos, pero por aquí algunos somos
todas esas cosas y más. Aunque seamos de un pueblo español, también somos
esquimales, fiyianos, ugandeses, indios y uzbekos. Cada día de un sitio: ingleses,
pigmeos, rusos, yanomamis, japoneses. Es algo que nos sucede a media mañana,
cuando ponemos La 2 y nos reencontramos con la serie documental “Otros
pueblos”. Durante una hora nos transformamos en venezolanos, kirguises, masáis,
italianos. Son tantos los años que llevamos viendo y volviendo a ver los
maravillosos programas de Luis Parcorbo
sobre todos los rincones del mundo que los miramos con la familiaridad con la
que uno mira su propio pueblo.
Hubo un tiempo en que los papúes, yemeníes, chinos y dogón
eran otros pueblos, lejanos y extraños, pero ya no. Treinta años recibiendo con
hospitalidad las visitas de Pancorbo a nuestras casas han tenido sus efectos.
Tanta fidelidad, tanta compañía, tanta familiaridad se nota. Pancorbo no amplía
los horizontes de los espectadores transformándolos en cosmopolitas que no son
de ningún sitio, sino en ciudadanos del mundo que somos de todas partes,
misquitos y bosquimanos, beduinos y menonitas, españoles y tuaregs.
Hace bien TVE en reemitir todos los veranos “Otros pueblos”,
pero debería modificar un poco la cabecera y llamarlo “Mis otros pueblos”.
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