Si Edipo, en su viaje a Tebas, hubiera llegado cinco minutos más tarde a la
encrucijada en la que se encontró con Layo, no habría matado a su padre y,
después, no se habría casado con su madre Yocasta. Habrían bastado cinco minutos
para que Edipo no trajera la desgracia a la ciudad de Tebas. Cinco minutos para
que Edipo no terminara sacándose los ojos con los broches del vestido de Yocasta
y para que sus cuatro hijos no sufrieran desgracias dignas de las tragedias de
Sófocles. Sólo cinco minutos. Puede que menos. Un minuto. Sólo con que Edipo se
hubiera detenido un minuto a orinar, o a mirar el paisaje, o a acariciar a su
caballo, o a dar descanso a sus pies hinchados, sólo con eso, Sófocles se habría
quedado sin material para sus tragedias. Pero el destino no concedió a Edipo ese
minuto.
La tragedia del Alvia Madrid-Ferrol no tiene nada que ver con el
destino que llevó a Edipo a cruzarse con Layo a la hora justa en aquella maldita
encrucijada, pero tiene unas raíces igualmente frágiles. Sólo cinco minutos, o
puede que un minuto, separaron a Edipo de evitar la tragedia, y la investigación
del accidente concluirá que sólo un pequeño detalle, sea el que sea, evitó que
el tren llegara a la estación de Santiago con aburrida puntualidad. Las imágenes
que hemos visto en televisión nos hablan de las consecuencias del accidente, no
de las causas. Las consecuencias de las tragedias siempre son más dolorosas que
las causas, pero las causas producen otro tipo de dolor que ni la televisión ni
Sófocles pueden explicar. Los vagones retorcidos del tren abren todos los
telediarios y los ojos arrancados de Edipo cierran de alguna forma la tragedia
de Sófocles, pero a los espectadores y a los lectores nos atormentan también
esos cinco minutos que habrían evitado que Edipo matara a su padre sin saberlo y
que el tren volcara en una curva. Malditos cinco minutos.
El destino condujo
a Edipo a la encrucijada, y algún error humano o técnico llevó al Alvia
Madrid-Ferrol a tomar una curva a demasiada velocidad. Leemos a Sófocles y vemos
las imágenes en televisión, pero es difícil dejar de pensar en esos cinco
minutos que separan un tranquilo viaje a Tebas o a Santiago de la más dolorosa
de las tragedias.
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