Este año podrás disfrutar del tradicional artículo contra la retransmisión de los encierros de las Fiestas de San Fermín como nunca lo has visto. Por primera vez, “625 ranas” ofrece la crítica televisiva habitual más otros puntos de vista desde planteamientos estratégicos alternativos. Hay que actualizarse. Si en TVE complementan su oferta habitual con un servicio multipantalla permitiendo al espectador elegir el encuadre que ofrecen diferentes cámaras además de la señal realizada, aquí no íbamos a ser menos. Así que vamos allá.
La retransmisión de los encierros es un ataque a los
derechos de los toros. En efecto, los espectadores elegimos cámara, pero los pobres
toros se ven obligados a seguir un recorrido preestablecido que coarta su
libertad y les impide elegir su propio destino. Deberían poder escoger entre
diferentes encierros con itinerarios alternativos, con o sin montones de paja
situadas de forma equidistante, para que cada uno forjara su propio encierro
(excepto los toros de la ganadería de Buridán, que quedarían indecisos sin
saber qué hacer, los pobres).
La retransmisión de los encierros es un canto a la temeridad
de sus participantes. En efecto, los toros han sido sometidos a controles
veterinarios que garantizan su salud, pero los corredores pueden ser portadores
de cualquier enfermedad infecciosa. Vale lo de soltar una manada de animales
bravos cabreados de más de media tonelada ante cientos de personas armadas con
un periódico enrollado, pero ¿qué pasa si una cepa de bacterias
inmunorresistentes rezagadas resbala en la curva de Estafeta y pilla a los linfocitos T helper desprevenidos de modo que
no se activan los linfocitos citotóxicos, eh, eh, qué pasa entonces?
La retransmisión de los encierros es un gasto inútil porque
siempre son los toros quienes empitonan y pisotean hombres. En efecto, que nos
avisen el día que los hombres empitonen y pisoteen toros para que veamos el
notición en multipantalla, oé, oé, oé.
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