Y entonces lo vi claro: alguien había reemplazado a Xavier Sardá por un doble. No cabía otra explicación. Tendría que haber ocurrido... no sé... hacia 2001 o 2002. Por motivos que nunca llegaremos a saber Sardá se habría visto asaltado cuando se dirigía hacía el plató de Telecinco desde donde se emitía “Crónicas marcianas”. Lo habrían anestesiado, o drogado, o engañado. Le habrían hecho lo que fuera, pero el resultado fue que alguien muy parecido físicamente a él pero sin el menor talento televisivo tomó su lugar. Rollo lo del doble de Paul McCartney a mediados de los sesenta, o lo de Joan Fontcuberta, perdón, Ivan Istochnikov en “Cuarto milenio”. A partir de ahí ocurrió lo que todos ya sabemos: el patético final de “Crónicas marcianas”, sus periodos de ausencia, aquel programa de viajes que convertía mirar la pared en una actividad estimulante, aquel otro programa como de pasar un día con alguien que convertía su anterior programa de viajes en una experiencia enriquecedora. Y apariciones esporádicas de tertuliano aquí y allá. Y entrevistas como la mantenida con Jordi González en el último “El gran debate”.
Fue justamente en este momento del pasado fin de semana cuando llegué a la conclusión con la que inicio la columna. La entrevista fue tan acartonada, previsible y autocomplaciente que no puede haber sido protagonizada por la misma persona que condujo “La ventana” en la Cadena SER durante los noventa. La persona que se presenta desde hace una década como Xavier Sardá puede llamarse Andrés Gómez o Pedro Carlos Torremocho, pero, desde luego, no se trata de Xavier Sardá. Es más, estoy prácticamente seguro de que fue el propio Xavier Sardá el que, previendo lúcidamente en lo que llevaba camino de convertirse, tramó el engaño para que fuera otra persona la que terminara convirtiéndose en lo que se iba a convertir él. El auténtico Sardá ahora está en una isla del Pacífico, o en un pueblecito del Ampurdán, o en un paraíso fiscal. Con el señor Casamajor y descojonándose viendo a su doble hacer el ridículo en “El gran debate”.
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