No hay asociaciones de médicos ni de pacientes buscándole las cosquillas a la mascletá, ni a la cremá, ni a la tamborrada, ni a los encierros de san Fermín, ni a las procesiones de Semana Santa. Pero sí las hay detrás de “Splash!” y de “¡Mira quién salta!”. Dicen que los saltos al agua son peligrosos para los participantes y para los espectadores que los imiten el próximo verano.
Primero lanzó sus advertencias el Colegio Profesional de
Fisioterapeutas. Unos saltos de Falete
más tarde, sumó sus quejas la Asociación de Parapléjicos y Grandes
Discapacitados Físicos de Madrid y la Fundación de Lesionado Medular. De la
mascletá, la cremá, la tamborrada o los encierros no dicen nada el Colegio
Profesional de Fisioterapeutas ni el de Otorrinos, como tampoco dicen nada la
Asociación de Heridos por Asta de Toro, la Fundación de Grandes Quemados ni la
de Lesionados con Hernia Discal. Las explosiones, hogueras, decibelios y toros
pueden ser peligrosos, pero forman parte de tradiciones sólidamente arraigadas
que no solo se toleran, sino que incluso se fomentan.
Las quejas sobre “Splash!” y “¡Mira quién salta!” son
injustas porque ignoran que estos programas también forman parte de una larga
tradición patria con una sólida raigambre en nuestra cultura televisiva. ¿Me
refiero a saltar a una piscina delante de todo el mundo? No, por Dios, eso es
solo la última tontería con la que nos quieren hacer comulgar desde hace unas
semanas en Antena 3 y en Telecinco. La tradición a la que me refiero es la de estar
dispuesto a hacer cualquier cosa en la tele, da igual lo estúpida o peligrosa
que resulte, no importa la influencia que ejerza sobre una audiencia empeñada
en imitar cualquier tontería que hagan los famosos, con tal de ganar mucho dinero.
Tanto respeto merece Jesulín de Ubrique
cuando por tradición mata un peligroso toro, como ahora que por tradición hace unos
peligrosos saltos para trincar una pasta que le evitará, a él y a los suyos,
pisar jamás una ETT.
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