El hecho de que “Sálvame” haya dedicado una buena parte de su edición de anteayer a discutir la (des)imputación de la infanta Cristina ¿cambia el género televisivo de “Sálvame” o cambia el género informativo al que pertenece la corrupción dentro de la Casa Real? Puede parecer una cuestión menor, pero estoy dispuesto a defender delante de cualquier comunicólogo que lo ocurrido en la sobremesa de Telecinco el pasado jueves es un suceso conceptualmente tan importante para una Teoría de la Televisión como las plasmacomparecencias de Rajoy. Ver a Kiko Hernández discutiendo con Mila Ximénez acerca de Cristina de Borbón y el Instituto Noos ¿convierte “Sálvame” en un programa de debate político o convierte los pecadillos de la Infanta y su marido Ignacio en asunto del corazón basura? Según la respuesta sea una u otra habrá que reescribir unos u otros capítulos de “El gran libro de los fundamentos televisivos”.
La idea de que la monarquía española actual ha desempeñado un papel fundamental en la unidad de todos los españoles es defendida con absoluta unanimidad por todos aquéllos que consideran que la monarquía española actual ha desempeñado un papel fundamental en la unidad de todos los españoles. Entre los que no opinan así ya no hay tanta unanimidad. Pero todos han de reconocer a la infanta el mérito de haber derribado una nueva barrera que dividía a la ciudadanía hasta este jueves: aquélla que enfrentaba a los espectadores de actualidad rosa contra los espectadores de actualidad política. La primera imputación judicial en la historia de un miembro de la realeza europea, -“es cierto”, apostilla mi amigo Jesús, “véase a María Antonieta; antes no se les imputaba, se les amputaba, concretamente la cabeza”-, ha unificado al “Sálvame” de Telecinco con el “Más vale tarde” de laSexta. Y ha puesto patas arriba todo lo que creíamos saber sobre géneros televisivos sin necesitar más que la imagen de Paz Padilla, el logotipo de Telecinco y un hashtag sobreimpresionado en la esquina superior izquierda de la pantalla: #impuinfanta.
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