El miércoles por la noche La 1 estrenó “MasterChef”. Qué ganas teníamos. Cuánto anhelamos su llegada. Cuántas esperanzas habíamos depositado en este estreno. Es normal: gracias a que al fin empezó el dichoso concurso podrá terminar de una puñetera vez una de las campañas de lanzamiento más pesadas que recordamos en TVE. Como la tele pública no tiene anuncios (de momento), llevábamos un mes soportando una turra de promos inaguantable. De remate, esa tarde, bajo la amenazadora sombra de un reloj que hacía la cuenta atrás de los minutos que faltaban para el estreno, “+Gente” ofreció una tertulia sobre “MasterChef” que avanzaba lo que nos venía encima: un popurrí de topicazos y lugares comunes rebozado en ñoñería y superficialidad sobre un lecho de aburrimiento y espuma de nada. Carmen Lomana se llevó, una vez más, la palma. Entre sus aportaciones de esa tarde al pensamiento occidental están, a saber: que en la cocina es muy importante la pasión, que en la cocina es muy importante comprar buenos productos (¡para lo que los cocineros incluso tienen que ir al mercado a las ocho de la mañana!) y que en la cocina es muy importante la higiene y el orden. Qué perspicacia. Qué ojo. Qué mujer.
Y a la noche llegó el estreno. Como “OT”, pero en vez de un
micrófono, los concursantes blandían una cuchara de madera. Los tópicos
esperables: que si mi vida es la cocina, que si cocinar para mí lo es todo, que
sin cocinar no soy nada, que si es mi ilusión, mi pasión, mi vida entera. La
tensión de la selección, las familias, las esperanzas, las historias personales
salpimentando cada plato, las alegrías por ser seleccionados (“La hora más importante de vuestras vidas
comienza en 3, 2, 1… ¡Ahora!”. Mentira cochina). Lo más entretenido era ver
cómo tras la aparente selección de cocineros se escondía la auténtica selección
de perfiles de concursantes que más juego dan en este tipo de programas. Y lo
más divertido, que daba igual el plato que cocinaran, la mayoría terminaba
haciendo pucheros. Justo cuando llegaba el veredicto. Primeros planos de
pucheros. Pucheros en su punto.
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