Jesús Calleja ha pasado de ser aventurero vicario a ser monitor de aspirantes a aventureros vicarios. A ver si me explico. En sus primeros programas protagonizaba diferentes aventuras para que los telespectadores aventureros a los que les gustaría vivir sus aventuras pero no lo hacían, las vivieran de forma vicaria viéndole a él en la tele.
Pero ahora ha cambiado su papel. Ahora que la tele está
repleta de programas tutoriales para ser consumidos por espectadores que caen
en la misma trampa en la que caen los ilusionados lectores ilusos de manuales
de autoayuda, Calleja se ha puesto al día. Así que, en “Desafío en el abismo”
(noche de los viernes en Cuatro), es el monitor de unos concursantes “normales
y corrientes” como cualquiera de nosotros que se enfrentan a las aventuras como
lo haríamos nosotros… pero sin necesidad de tener que hacerlo. Como apenas
tiene audiencia, habrá que concluir que en el mercado audiovisual español había
cierta demanda de aventureros vicarios pero no la hay de aspirantes a
aventureros vicarios.
Ni siquiera la polémica de andar por casa que se formó hace
unos días, ni el cambio de día de emisión por uno más goloso beneficiaron a
“Desafío en el abismo”. Sebastián Álvaro,
director de “Al filo de lo imposible”, lo criticó, Frank de la jungla lo defendió, y Calleja contraatacó. Cuatro lo
reubicó el viernes tras “Hermano mayor”. Dio igual. Apenas nadie quiso ver cómo
diez concursantes se divertían pasando muchos nervios mientras rapelaban desde
un helicóptero en las costas de Yucatán. Solo unos pocos aguantan a Calleja
diciendo que este concursante “evoluciona”
mucho, que ese “evoluciona” más, y que
aquel “evoluciona” más, más y mucho
más. Será que las personas “normales y corrientes” no estamos para pamplinas
porque, querámoslo o no, conseguimos nuestra dosis de aventura diaria con solo
salir a la calle o viendo el “Telediario”. Y quien quiere más emoción no
necesita aspirantes a aventureros vicarios. La Plataforma de Afectados por la
Hipoteca y Cáritas están más cerca que las costas de Yucatán.
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