Vuelve la justicia al mundo. Vuelven los planetas a girar en sus esferas perfectas. Vuelve cada mochuelo a su olivo, las pulgas al perro flaco, las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar. Vuelve “Gran hermano” a ser el programa más visto del día y la armonía reina de nuevo en el universo. Mercedes Milá respira tranquila porque todo está en orden.
Hace unas semanas se quejaba amargamente Milá en una visita
promocional a “Sálvame” de que la gente hubiera dado la espalda a su programa
solo para ver algo tan tonto como la trayectoria que describe el cuerpo de
Falete en caída libre al agua (bueno, la caída y la posterior “ola k hase”): “Me da mucha rabia Falete. No puede ser que lleguen unos de la piscina y nos hayan
masacrado”. Esta semana Milá ha preferido pasar a la acción contraatacando
el espectacular tirón gravitatorio terrestre sobre la masa de Falete con las
sutilidades de la biología en su reality
show.
Y recurrió a las glándulas. Primero, las mamarias: expulsión
chulo-festiva en directo de un concursante por haber pactado una portada de
Interviú para su novia antes de tiempo (con tetas no hay paraíso, amigo. Atenta
contra el orden natural: los cuervos comerán después de que se sacien los
buitres). Milá tomó una espada de fuego y arrojó al concursante del jardín
prohibido para que sepa lo que es ganarse el pan con el sudor de su frente. Ante
las quejas, Milá recurrió a los testículos: “Mientras
nosotros hagamos “Gran hermano” haremos, con la ley en la mano, lo que nos
salga de los cojones”. La ley de “GH” sale de las mismas glándulas, así que
olé sus huevos. Y, de remate, un clásico que no falla: el “edredoning”, el
festival glandular total con un jugoso efecto colateral que siempre dio mucho
juego en el plató y en casa: el cornudo.
Así, queridos niños, la biología venció a la física y Milá
pudo volver a ser la misma pastorcilla feliz que hace con su rebaño lo que le sale del bolo .
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