24/2/13

UN PABLO MOTOS DENTRO



Hasta ahora sólo un formato televisivo había conseguido un éxito planetario al ser seguido con interés por espectadores de todos los continentes y (casi) todas las culturas del mundo. Me refiero a “Betty, la fea”, historia de redención de una chica humilde y olvidada por la belleza que conseguía el verdadero amor metamorfoseándose en un pibón atractivo y taconero. Rusia, India, EE. UU., Senegal, Sudáfrica, Colombia, Argentina, Canadá, Suecia, China, España, Francia y la Federación de Estados de Micronesia, entre otros, tuvieron su adaptación. Se llegó a rodar una versión antártica con pingüinos. Hasta ahora, insisto. Porque el descomunal éxito internacional que está obteniendo “El hormiguero” obliga a ampliar a dos los formatos que han conseguido llegar a tantos y tan variados lugares del mundo que requieren una particular atención al hablarnos de la condición humana per se. Pablo el feo y su banda de peluches humanos han conseguido exportar su pH neutro a Alemania, Francia, Venezuela, China, Portugal, Colombia, Chile, Brasil y Estados Unidos. Algo tienen que tener Trancas y Barrancas cuando el año que viene hablarán con acento cantonés, bávaro, brasileño y texano a la vez.

Estas historias hubieran interesado mucho a Carl Jung, un simpático psiquiatra suizo que veía en estos universales de nuestra especie unos elementos componentes de un supuesto inconsciente colectivo de la humanidad. Betty como arquetipo del inconsciente colectivo tiene su puntillo y hasta recuerda a algún personaje de la imaginería jungiana. Pero tener que asumir que “El hormiguero” representa algo inherente a la condición humana es algo difícil de tragar el mismo año en el que el ministro Wert va a reducir la presencia de las humanidades en la enseñanza media. Copérnico nos enseñó que no somos el centro del universo. Darwin nos dio otro palo al indicar que sólo somos una especie animal más. Nada comparado con saber que todos, chinos, venezolanos, franceses y estadounidenses, llevamos un Pablo Motos dentro.

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