Los dos boxeadores están concentrados en sus respectivos vestuarios, conscientes de la importancia del combate que se va a celebrar. Intercambian palabras nerviosas con su equipo; oyen sin prestar atención los últimos consejos de sus preparadores cuando el encargado asoma la cabeza y avisa de que ha llegado el momento de salir a la arena. Sin el menor gesto, los púgiles y sus ayudantes recorren el pasillo que separa sus vestuarios del graderío y quedan sobrecogidos por el atronador aullido que inunda el estadio cuando aparecen en las pantallas gigantes las imágenes de los boxeadores. Después cada combatiente se dirige a su propio cuadrilátero, ocupa uno de los dos rings que alberga el estadio. Se quitan la bata a la vez, se colocan a la vez el protector bucal. Suena la campana y ambos se acercan frenéticamente hasta la mitad de la lona en la que se encuentran solos y comienzan a lanzar puñetazos a un aire vacío. Dos boxeadores peleando en dos rings diferentes. Se suceden los asaltos sin que ninguno sea derribado. El público brama enfervorizado. Uno de los boxeadores se llama “Salvados”. El otro, “Tú sí que vales”.
Y es que durante la semana nos advirtieron del terrible combate que iba a tener lugar durante la noche del domingo entre el estreno de la nueva temporada del programa de Jordi Évole y la reaparición del intrínsecamente desagradable programa de Mejide y sus corner boys. Y no existió tal combate, ya que su propia existencia hubiera requerido como condición previa un terreno común en el que combatir. “Salvados” y “Tú sí que vales” tienen públicos con intersección cero, tan diversos e incompatibles que lo ocurrido en el prime time de anteayer fue lo más parecido a dos pesos pesados que se enfrentasen... ¡cada uno en su propio cuadrilátero! No había audiencia en juego porque nadie que disfrute con Risto se planteará siquiera atender a Évole y nadie que se interese por Évole valorará escuchar las memeces de Risto durante un solo segundo. El final del combate satisface a los boxeadores. Se retiran a sus vestuarios sin un solo rasguño.
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