A estas alturas de año muchos españoles ya hemos abandonado nuestros
buenos propósitos para 2013. No hacemos tanto deporte como nos propusimos, no
aprendemos tanto inglés como pensamos y no dejamos de fumar como nos
prometimos. Ni siquiera vemos menos tele. De hecho, vemos más. Y más con el
frío que hace fuera de casa. Y mucho más con lo caro que resulta salir de casa
después de lo caro que es tenerla. Así que tragamos tele como si estuviésemos encerrados
en un refugio nuclear y no pudiéramos hacer otra cosa. Pero, albricias, sí que hay
un buen propósito que estamos consiguiendo, un buen propósito que no figura en
las listas clásicas de buenas intenciones pero que nos hacía falta como el
comer: ver mejor tele.
La noticia no es que el pasado mes de enero, por primera vez
desde hace siete años, Antena 3 fuera la cadena más vista. La noticia es que
por primera vez Antena 3 fue más vista que Telecinco desde que decidió dejar de
competir con ella copiando su mismo modelo de televisión. Antena 3 renunció al
cotilleo y la telerrealidad como columna vertebral de la programación y cada vez
le van mejor las cosas. Puede ser simplemente que, cuando se ven de media más
de cuatro horas diarias de televisión, incluso los masoquistas audiovisuales
acaban hasta el culo de telebasura. Aquí preferimos hacernos la ilusión de que
vamos prefiriendo ver tele menos mala.
El caso es que, en esta misma línea, hay otras buenas
noticias: parece que incluso empezamos a preferir el “Salvados” de Jordi Évole al “Sálvame” de Jorge Javier Vázquez, “El intermedio”
de Wyoming a “El hormiguero” de Pablo Motos. Évole y Wyoming hacen
televisión de entretenimiento porque entretienen, y tele divertida porque
divierten; pero su éxito está en que, además, son la paloma del arca de Noé: traen
a nuestro búnker doméstico información vital sobre cómo evoluciona en el exterior
la insidiosa chorizorradioactividad que hace el ambiente exterior tóxico e
irrespirable.
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