Hay una parte en las películas de los Hermanos Marx que un niño no entiende: por qué en los momentos más
entretenidos (que son todos) se ponen a tocar una canción sin venir a cuento. Cuando
uno se hace mayor este desconcertante acontecimiento es sustituido por otro: en
cualquier momento de cualquier película o serie, entretenido o no, se ponen a
hablar de armas, de su manejo, de sus prestaciones. Como si entendiéramos lo
que están diciendo. Como si fueran vendedores de coches hablando de mecánica en
un concesionario. Como si fueran Sheldon
Cooper defendiendo en “The big bang theory” la teoría de cuerdas como
modelo fundamental de la física contra la de la gravedad cuántica de bucles. Igual.
Es un hecho: a los estadounidenses les gustan las armas. Sus
series y películas no están hechas pensando en el resto del mundo, sino en su propio
mercado, así que hablan de armas como un británico puede hablar del tiempo.
También las usan, claro, tanto como un británico el paraguas. Hoy se sabe que durante
años el lobby del tabaco presionó y pagó en Hollywood para que aumentara la
presencia de fumadores en la pantalla. ¿Hará lo mismo la Asociación Nacional
del Rifle para que las armas ganen protagonismo? No lo sé pero hay veces que lo
parece. Y, lo siento, pero hay momentos en que “The walking dead” parece un
publirreportaje.
En “The walking dead”, los muertos andantes no son
importantes en la misma medida en que en las viejas películas del oeste los
indios no son importantes. Solo son dianas andantes, un problema que infesta el
territorio dificultando la supervivencia y añadiendo emoción a las aventuras de
los protagonistas. Los realmente importantes son los vaqueros, su lucha por la
supervivencia y sus armas. Porque en un mundo individualista en el que no hay
Estado y cada uno es su propio ejército, en primer término siempre están las
armas, su manejo y sus prestaciones. ¡Bang! “¡Muerto: estás muerto!”.
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