Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.
Como un programa de viajes en el que lo importante son los viajeros, no los
lugares que recorre; como un programa donde los viajeros son protagonistas
porque son famosos, no por su competencia como cicerones; como “Expedición
imposible”, un programa que tiene nombre de expedición que no es una expedición
porque no puede ser y además es imposible.
La cadena Cuatro nació en 2005, o sea, en el año 5 del siglo
primero después de “Gran hermano”. Nació sin realities (aunque no sin pecado original; ahí está y ahí sigue
“Cuarto milenio”). Después, cuando comenzó a emitir “Pekín express”, este era
fundamentalmente un programa de viajes. El “proceso de telecincación” que sufre la cadena desde su integración en Mediaset
ha llevado a esto: dicen que el heredero de “Pekín express” es ahora “Expedición
imposible”, pero es mentira. Marruecos es en él solo un pretexto, un escenario
lo suficientemente exótico pero cercano y económico como para mandar allí a Leticia Sabater y Raquel Mosquera a mover el culo y a desquiciar, cada una según sus
posibilidades, de forma que la máquina infernal disponga de cotilleos según sus
necesidades.
Da igual que encierren a los famosos participantes de un reality en una casa videovigilada, una
casona asturiana echada a perder, una isla desierta abarrotada, una estación
espacial internacional en órbita geoestacionaria o que los dejen sueltos en
medio de Sahel. Da igual que los lleven a vivir una vida pirata en el Caribe,
una vida superficial en Honduras o una vida errante deambulando alrededor de
sus ombligos. El interés que pueden tener estos personajes es nulo. Salir en su
búsqueda organizando una expedición de mentirijillas en otoño y grabarlo todo para
que nosotros tengamos el valor de ver el montaje en invierno no puede ser. Y lo que no puede ser, no puede ser, y además
es imposible.
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