No se puede confundir libertad con libertinaje. Lo dicen los
índices de audiencia televisivos y lo dicen los colegios de monjas en clase de
“Ética”. Como estamos aquí para hablar de la tele nos centraremos en los
índices de audiencia.
Un año más, en Nochebuena se permitió a los españoles elegir
cuál de las 25 cadenas nacionales, autonómicas o TDT sintonizar para ver el “Mensaje
de Navidad de su majestad el rey”. Pues bien, tan sincero ejercicio de libertad
fue confundido con el libertinaje por miles de televidentes que sintonizaron
cadenas que emitían otros programas. El resultado fue el mensaje navideño con
menos espectadores desde que, hace 20 años, empezó a medirse la audiencia. El
promontorio del libertinaje nos lleva al acantilado desde el que nos
precipitaremos al caos.
Nunca hasta ahora la suma de todas las cadenas que
retransmitieron el mensaje de Navidad había bajado de los siete millones de
espectadores. Los audímetros revelan que miles de españoles zapearon huyendo de
las cadenas que multiemitían el mensaje real. Por edades, el menor seguimiento
del mensaje fue en la franja de 4
a 12 años; dato aún más preocupante si recordamos que
los niños súbditos de hoy son los adultos súbditos de mañana.
La Casa Real necesita más apoyo televisivo e institucional.
25 cadenas están bien, pero sería mejor que todas las cadenas ocuparan todo el
espacio radioeléctrico multidifundiendo el mensaje real. Que lo emita un canal
de YouTube está bien, pero sería mejor que en todo YouTube no se ofreciera otra
cosa. Lo mismo que en toda la red de redes. Los paneles luminosos de las
autopistas deberían apoyar difundiendo el mensaje real. La música de espera de
todas las centralitas telefónicas debería emitir el mensaje real. Las señales
de tráfico deberían sustituirse por el mensaje real. Así, podríamos disfrutar
de un país en el que todos veríamos el “Mensaje de Navidad de su majestad el rey”
en libertad sin peligro de caer en el libertinaje.
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