No sé cuántos cientos de miles de euros costó la serie “Isabel” (TVE), pero
que mi madre me llame por teléfono para preguntarme si Juan Pacheco era tan
astuto y retorcido como muestra la serie de televisión y si es verdad que
Fernando tenía una amante antes de casarse con Isabel, no tiene precio.
Entiendo que el presupuesto de TVE haya disminuido tanto como la autoestima de
los jugadores del Castilla después de las declaraciones de Mourinho acerca de
la utilidad de la cantera del Real Madrid, pero que los protagonistas de
“Isabel” compitan en los recreos de los institutos con los hinchados figurantes
de “Gandía Shore”, no tiene precio. Comprendo que trasladar los “Clásicos de la
1” a la
noche de los lunes sería mucho más barato que grabar la segunda temporada de
“Isabel”, pero que una serie televisiva más parecida a “Yo, Claudio” que a
“Spartacus: venganza” triunfe en la televisión pública, no tiene precio.
No me extraña que la cofradía del santo reproche se dedique a fastidiarnos con ese rollo de que Michelle Jenner no es una buena Isabel o se rasgue las vestiduras con cada detalle del guión que no esté avalado por las sagradas escrituras dela
Historia , pero que “Isabel” haya conseguido que veamos a
Sergio Peris Mencheta como un excelente Gonzalo Fernández de Córdoba y no como
un decepcionante Capitán Trueno, no tiene precio. Era de suponer que los de
siempre pusieran el grito en el cielo al ver algún que otro culo y alguna que
otra teta en “Isabel”, pero que gracias a una serie de televisión los españoles
recordemos que Portugal existe y conozcamos a la portuguesa Juana de Avis,
esposa de Enrique IV, interpretada de forma fascinante por Bárbara Lennie, no
tiene precio. Es posible que “Isabel” parezca a veces un culebrón ambientado en
la Castilla
medieval, pero que tantísimos defensores de la educación “de antes” tengan que
reconocer que en realidad no saben nada ni de Isabel ni de Fernando porque se
lo enseñaron mal y por eso suspenderían un examen de 2º de ESO, no tiene
precio. Podría admitir que “Isabel” forma parte de un plan para frenar el
desprestigio de la monarquía española, pero imaginar a un Enrique IV
interpretado por Pablo Derqui dirigiéndose a los españoles en el tradicional
mensaje de Navidad, no tiene precio. No tiene precio.
No me extraña que la cofradía del santo reproche se dedique a fastidiarnos con ese rollo de que Michelle Jenner no es una buena Isabel o se rasgue las vestiduras con cada detalle del guión que no esté avalado por las sagradas escrituras de
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