El cocinero Alberto
Chicote va de restaurante en restaurante aplicando sus métodos poco
ortodoxos. El programa se llama “Pesadilla en la cocina” y triunfa en la noche
de los viernes de laSexta desde hace dos semanas. Qué lejos quedan los días en
que los métodos poco ortodoxos eran exclusivos de los policías resabiados y
detectives privados del cine negro. Le dedicaríamos al espacio una crítica poco
ortodoxa si no fuera por que los métodos poco ortodoxos son ya tan habituales
que ahora lo poco ortodoxo es usar métodos ortodoxos.
Chicote visita restaurantes en los que el negocio está al
borde de la quiebra, la cocina no funciona, la carta está descuidada, la
decoración está abandonada, la familia que lo regenta está a punto de saltar
por los aires y la vida personal del dueño navega a la deriva. Todo lo arregla
Chicote después de soltar dos docenas de frases lapidarias y un par torpedos a
la línea de flotación al cernícalo que regenta el negocio. Es un planteamiento
de programa que no me interesa y sin embargo he visto las dos primeras
emisiones boquiabierto. ¿Por qué? Porque permite comprobar que en España hacen
más falta inspecciones de Sanidad que inspecciones de Hacienda, que ya es
decir.
Cocinas con moscas, cucarachas y arañas, posos en el fondo
del aceite de freír, cuencos con carne y pescado mezclados, frutas y verduras
que se sirven sin lavar, grasa pegada por todas partes, cepillos de dientes
entre los vasos, latas de conserva caducadas, neveras con comida amontonada sin
orden ni concierto, platos congelados sin envasar para servir recalentados,
salsas mohosas, carne cortada en una tabla con las escamas de haber cortado
antes pescado, porquería por doquier. Al final todos se abrazan porque Chicote
ha redecorado el local, el cernícalo se ilusiona y promete hacer las cosas
mejor. Quita las ganas de comer fuera de casa. ¿De verdad, tío, quieres que
creamos que ahora vas a limpiar porque te lo dijo Chicote? Tanto como nada.
Tanto como si dijeras que cuando cocinas cueces para la democracia.
El programa da vergüenza ajena, intenta imitar al Ramsey, pero, aun no siendo este último uno de mis preferidos en programas sobre gastronomía, está a años luz del inglés. Qué horterada total: él, los resatauradores, y el público que le siga.
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