Eran tres: siempre los tres. Gaby, Fofó y Miliki. No se reunían en el prao
Somonte, como contó Clarín que hacían
Rosa, Pinín y la Cordera;
ellos se reunían en “El gran circo de TVE”. Pronto los acompañó Fofito, luego Milikito y después Rody.
También el Sr. Chinarro los
perseguía cada semana al final de sus locas aventuras dando vueltas por el
escenario. Después ya venía la canción de despedida en la que los tres demostraban
que todos los niños del mundo, sin necesidad de ser Billy Elliot, están dotados para el baile a nivel de usuario.
En 1976 se produjo una de las muertes de un personaje
televisivo que marcó a toda una generación junto a la de Félix Rodríguez de la Fuente y Chanquete,
muertes que nos prepararon para mirar después con distancia la muerte de J. R. en “Dallas”. Pero Los Payasos de
la Tele explicaron que quien había muerto no era Fofó, sino Alfonso Aragón. Así que daba igual que
no estuvieran todos los que eran ni fueran todos los que estaban: los payasos
de la tele eran tres, siempre tres. Gaby, Fofó y Miliki.
Ayer Miliki dejó a sus niños de diez, veinte, treinta,
cuarenta y cincuenta años para irse al cielo de las televisiones. Mientras aquí
nosotros decimos “Adiós, don Miliki”,
él allí dice “Hola don Gaby” y “Hola, don Fofó”. Nos dejan su recuerdo
y sus canciones. Mi favorita es esa que eran todas a la vez, la que tarareaban
cuando estaban enfrascados en alguna tarea, justo antes de armar una de las
suyas: “Trananiana naniana”. Prueben a hacer cualquier cosa mientras tararean aparatosamente
“Trananiana naniana”: no podrán evitar ponerse de buen humor. Pero en un día
como hoy sería más apropiado brindarles como ofrenda “La gallina Turuleca” (y
en vez de colocarla en el altar del sacrificio, cantar con ella hasta diez). O
“El auto de papá”. O “Mi barba”, que tiene tantos pelos como payasos había una
vez en un circo que alegraba siempre el corazón. Si no fueran tres, siempre los
tres: Gaby, Fofó y Miliki, ya no sería mi circo.
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