Quiero no ver “Cómo se hizo The Newsroom” (Canal+) por el mismo motivo por el que quiero no ver un documental sobre las artes que se esconden bajo las ilusiones de Juan Tamariz o las matemáticas escalares que volverían comprensible el hechizo de la trompeta de Louis Armstrong. Quiero ver “Cómo se hizo la entrevista a Mario Conde que perpetró Jordi González el viernes”. Quiero ver “Cómo se hace Ahora Caigo”. No quiero ver “Cómo se hace La Que Se Avecina”. No quiero ver “Cómo se hace Qué Tiempo Tan Feliz”. Pero si hablamos del making of que desvele los secretos de la serie de televisión más inteligente del último año, -bueno, junto con “Homeland”; bueno, junto con “Homeland” y “Black Mirror”; bueno, junto con “Homeland”, “Black Mirror” y...-, no me basta con no querer verlo. Voy más allá: quiero no verlo.
Hay una gran diferencia entre no querer ver algo y querer no ver algo. Cuando no se quiere ver algo no se hace nada por verlo; cuando se quiere no ver algo se hace lo que sea por no verlo. Parece un trabalenguas, pero sí lo es. Yo no quiero ver una entrevista a Café Quijano sobre su nuevo disco, no movería un dedo por verla. Pero quiero no ver cómo va a conocer Ted Mosby a la futura madre de sus hijos en “Cómo conocí a vuestra madre” hasta que llegue el capítulo final de la serie; movería los dedos o las partes del cuerpo que hicieran falta para evitar que nadie me arruine prematuramente el clímax ocho años anunciado de la serie de la CBS. No quiero ver las cosas que no me producen placer. Y quiero no ver las cosas que estropearían el placer que me producen otras. “The Newsroom” es una fuente de inspiración casi diaria, en sus diálogos inauditos, en sus monólogos cegadores, en esa forma que tiene Charlie Skinner de mirar a quienes ama. Y para seguir viendo “The Newsroom” quizá haga falta no ver “Cómo se hizo The Newsroom”. En medio de una televisión llena de programas que no quieres ver se agradece encontrarte con uno que quieres no ver.
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