En Telecinco se pusieron nerviosos en cuanto se supo. Una
TVE en horas bajas apenas podía hacerles daño, pero la pública había conseguido
los derechos de emisión en directo del salto extremo de un deportista extremo
(¿queda algún deporte sobre la faz de la Tierra en el que sus deportistas
profesionales no sean extremos?). A ver si por una tontería así iban a tener
que renunciar a bromear entre ellos saludándose al principio de las reuniones
de trabajo diciendo “Más público que la pública”. Con lo que les había costado
conseguirlo.
- No nos pongamos
nerviosos, dijo un genio del Departamento de Contenidos, se tirará, caerá en un
suspiro y se olvidará. Irá a mucha más velocidad que Usian Bolt, pero la tele no tendrá nada que mostrar: no habrá miradas
de reojo, sudor, mejillas rebotando en cada zancada, cuerpos tensos en un
supremo esfuerzo final. No habrá repetición, segundo a segundo, de cada
fotograma. Aunque bata todos los récords que anuncia, no se trata de récords
televisivos. Y si algo sale mal, ya se ocuparán nuestros programas de sacar
rendimiento a eso.
TVE tuvo la suerte de que hubo que posponer el salto
varias veces generándose una expectación creciente. La caída de Baumgartner (cómo no recordar viéndola
el viaje alucinante de Bowman en “2001: Una odisea del espacio”) además de batir
todos los récords mundiales que batió, registró un récord de audiencia de
Teledeporte en los resultados del día. Pero, sobre todo y más allá de ese “A
veces tenemos que llegar muy alto para ver lo pequeños que somos” con el que Baumgartner quiso
contribuir a la historia de las frases célebres, aportó un dato para la
reflexión del Departamento de Contenidos de Telecinco: para caer durante 16
minutos, Baumgartner tuvo que subir primero a la estratosfera y después saltar
al suelo, mientras que para caer durante 30 años seguidos Telecinco solo tuvo
que subirse encima de las Mamachicho y saltar de la troposfera al infierno.
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