La tele pasa de Jaime
Mayor Oreja. Hace diez días que el presidente del Grupo Popular en el
Parlamento Europeo dijo que le parece un “disparate
que se televisen todos los problemas del orden público con cámaras de
televisión, porque incitan a manifestarse” y la tele no le hace ni puto
caso. Si hay problemas de orden público como asesinatos, robos o atracos, la
tele va y lo cuenta. Y si tiene alguna imagen grabada con cámara de televisión,
de vigilancia o de algún aficionado, la emite por muy mala calidad que tenga. Y,
claro, tiene razón Mayor Oreja, esto no incita a Ned Flanders y familia (que no ve informativos para no pecar) pero
sí a otras personas insensibles a manifestarse contra la violencia (los últimos
con motivo del aniversario del caso Bretón), lo que sin duda está requetemal.
En realidad parece que lo que la tele quiere es fastidiar a
Mayor Oreja. Por eso ha comenzado a emitir por la tarde un magacín informativo
laSexta (“Más vale tarde”) y otro Cuatro (“Las tardes de Cuatro”): para ponerle
nervioso siguiendo de cerca la actualidad con el peregrino argumento de que es
lo que está ocurriendo y los informativos tienen que informar de lo que ocurre.
Mayor Oreja ya avisó de que concretamente le inquieta que se retransmitan en
directo cargas policiales (“no porque no
haya transparencia, sino porque hay
cosas que exceden la prudencia”), pero estos parecen capaces de inquietarle y exceder la
prudencia sin miramientos. El acabóse.
Como decía que no se imagina “una manifestación en Alemania siendo retransmitida por cadenas públicas
alemanas” (identificando de forma alucinante “manifestación” con “problema
de orden público”) y aquí la tele está como está, le quedan dos salidas: ser
nombrado ministro de Información y Turismo redivivo para poder decir “La tele
es mía” o irse a vivir a esa idílica Alemania que no existe, donde, como soñaba
Homer Simpson, el chocolate está a
mitad de precio.
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