En la película “Next”, Nicholas Cage es un tipo que se gana la vida como
mago en Las Vegas pero tiene el don de saber lo que va a ocurrir en los dos minutos siguientes, y
eso hace de su vida un infierno: “Esto es lo que pasa con el futuro: cada vez
que lo ves, cambia porque lo has visto, y eso cambia todo lo demás”. Lo que
Nicholas Cage dice sobre el futuro vale también para el pasado. Cada vez que
echamos un vistazo al pasado, cambia porque lo hemos visto, y eso cambia todo
lo demás. Hace falta un poder sobrenatural para poder ver el futuro, pero sólo
necesitamos un televisor para echar un vistazo al pasado. El lunes viajamos al
siglo XV con la serie “Isabel” (TVE). Y eso cambió el pasado.
Isabel, reina de Castilla
y León, tiene ahora el rostro de Michelle Jenner, y eso lo cambia todo. La
serie “Isabel” no insinúa, sino que se
esfuerza en mostrar que el padre de Juana, hija de Juana, esposa de Enrique IV,
no fue el rey de Castilla, sino Beltrán de la Cueva , y eso lo cambia todo. Si Juana, heredera
del trono, era en verdad “la
Beltraneja ”, Isabel fue una reina legítima. Si Juana era hija
de Enrique y Juana, entonces Isabel fue, como dice el historiador Alfredo
Alvar, una reina usurpadora, pero legitimada. En “Isabel”, la joven Isabel
sorprende al arzobispo de Toledo haciendo el amor con una hermosa mujer, y eso
vuelve a cambiarlo todo. Cada mirada al pasado lo cambia para siempre o, al
menos, lo cambia hasta que la siguiente mirada vuelve a cambiarlo. Javier
Olivares, director de argumento de “Isabel”, precisa que estamos ante una serie
histórica y no de época, porque se basa en lo que sabemos de la vida de Isabel
y, aunque es inevitable interpretar para llenar los huecos (sin caer en los
excesos de “Los Tudor”), no se cambian fechas ni acontecimientos, ni se
inventan personajes. Pero que “Isabel” sea una serie histórica no significa que
su reconstrucción de la vida de Isabel se convierta en el Evangelio isabelino
según TVE. “Isabel” es una mirada a la historia que, como toda mirada, cambia
la historia.
Isabel es buena. Juana es
mala. Enrique es un poco tontaina. Gonzalo Chacón, tutor de Isabel, es
buenísimo. Alfonso, hermano de Isabel, es un poco simple. Y así. La historia no
se diferencia mucho de los trucos de magia de Nicholas Cage en Las Vegas.
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