Joder, Frank, que
no te parezca mal, tú. Que ya sabemos que eres la hostia, que tiene que ser lo
que tú digas, que haces lo que te salga de los huevos porque para chulo tú y
los demás a callar, ¿vale? Pero es que resulta insoportable tanta chulería, chaval,
tanto ir de sobrao por la vida, tanto afán de protagonismo, tanto dar órdenes
en plan borde a los currantes que te acompañan, tanto hablar con una
suficiencia irritante, tanto enfoca esto, tú, tanto cállate y no hagas ruido,
chaval, tanto llamar a los demás “chaval” y “tú”, tú, chaval.
Cuando Cuatro te sacaba una vez a la semana hablando de
animales ya era pelín cargante verte chupar cámara y robar protagonismo a todas
horas para que en cada entrega hubiera doble ración de Frank y solo media de
jungla, pero es que llevamos varias semanas viéndote a diario en la sobremesa y
es horrible. Mira tío no esperamos que seas como Lisa Simpson y digas al ver una ardilla: “Hola, señora ardilla.
¿Sabes que eres una ardilla reticulada del norte? Que sí, que sí, que eres muy
reticulada”; pero, joder, tú, si no te va el rollo redicho puedes evitar el
otro extremo y no decir que estás viendo una puta víbora, cagon su madre, o que
si aquellos están echando un casquete, o que acabas de darte una hostia, o que
estás hasta los cojones, o que te están dando el coñazo porque no quieren que
digas tacos, cáspita, recórcholis.
Hubo días, chaval, que tu programa coincidió con la
reemisión de los programas de Félix
Rodríguez de la Fuente en La 2 y aquello clamaba al cielo. Él enseñándonos
con pasión qué es un ecosistema y tú hablando con desdén de animales que andan
por ahí piruleando, flop, flop, y contando que los peces de los acuarios se
mueren porque tienen memoria de 24 segundos y, como se les olvida que ya
comieron, siguen comiendo hasta morir. Hay que joderse, tío, chaval, tú, chulo,
Frank.
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