A todos nos gustaría que el bien siempre fuera recompensado
y el mal castigado. Por lo mismo, nos molesta que sufra el bueno y al malo le
vayan bien las cosas. Vale. Pero una cosa es eso y otra tener que aguantar los
viernes por la noche la chapa de “Te lo mereces” en Antena 3 con una Paula Vázquez que parece la versión
mutante de la Stacy Malibú con una
peluca 20 tallas mayor tras visitar a un ortodoncista loco armado con un lanzarrayos
blanqueador radioactivo puesto al máximo.
El filósofo Lolo Kant
ya dijo hace 200 años que, como en esta vida el bien y el mal no obtienen su
merecido, podemos esperar que exista un más allá en el que un Dios bondadoso
imparta justicia y dé a cada cual lo suyo. Pero, ojo, una cosa es que lo
deseemos y otra que realmente exista ese más allá y ese Dios… y que nosotros lo
conozcamos. En ese caso el mundo no sería mejor porque dejaríamos de ser buenos
volviéndonos unos egoístas que hacen el bien interesadamente para ganar el
premio divino.
Pues con “Te lo mereces” pasa algo parecido. Está bien que los
familiares y amigos de una señora viuda y con un niño de nueve años que
hipotecó su casa para pagar los sueldos de su pequeña empresa consigan dinero
para evitar un desahucio injusto (¿los hay justos?). Pero, viéndolo en casa, uno
se sentía peor persona ante aquella exhibición de dolor, aquel regodearse en la
desgracia, aquel sufrimiento de los participantes en el concurso que para
responder a las preguntas tenían que pagar por conseguir pistas y lloraban a
moco tendido porque veían que no iban a tener dinero suficiente para pagar la
hipoteca e impartir una justicia televisiva que pusiera un parche en el injusto
mundo en que vivimos. Por su parte, el simpaticote Bertín Osborne sacó al niño de clase sin permiso de la madre y lo
llevó a conocer el Santiago Bernabéu, su gran ilusión. Las leyes, frías e
insensibles, llaman a eso secuestro y al secuestrador le dan su merecido.
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