Nos habremos olvidado ya de que una vez existió un género televisivo llamado “reality show” que dio lugar a cientos de variantes, algunas de las cuales alcanzaron las docenas y docenas de temporadas. Habrá desaparecido el televisor tal y como lo conocemos, reemplazado por aparatos cuya tecnología no podemos ni siquiera imaginar; algunos dotados de un 3D interactivo que nos permitirá introducirnos perceptivamente dentro de la acción, modificándola e interactuando con ella; otros portátiles, desplegables a partir de dispositivos del tamaño de un dado. Ya no se emitirá cine en televisón, fundamentalmente porque habrán pasado muchas décadas desde la desaparición definitiva del cine. Nadie recordará las polémicas que existieron en su día acerca de cómo debían de nombrarse a los responsables de las televisiones públicas; de hecho, nadie recordará que hubo un tiempo en el que existieron televisiones cuya titularidad era pública y se financiaba a través de los impuestos que pagaba la ciudadanía. Los concursos habrán desaparecido. Los informativos se dedicarán íntegramente al deporte. Al igual que ocurre con los blogs o las páginas de facebook actuales, cada persona creará y emitirá su propio canal de televisión, confeccionado a base de contenidos creados por ella misma y otros pirateados de las cadenas de televisión comerciales. Alguien contará que sus abuelos, en el lecho de muerte, les hablaron de series como “Futurama”, “House”, “Boardwalk Empire”, “Frasier”, “Friends”, “Seinfeld”, “The wire”, “Doctor en Alaska”, “Sherlock”, “Roma”, “Cómo conocí a vuestra madre”, “El show de Larry David”, “Los Soprano”, “Los Simpsons”, “Breaking Bad”, “Homeland”, y nadie sabrá a ciencia cierta a qué se estaban refiriendo.
Pero incluso entonces, cuando alguien se tome la tarea de zapear pacientemente por todas las cadenas de televisión un sábado por la mañana, terminará encontrándose con un capítulo de “El coche fantástico”. Por los siglos de los siglos. Amén.
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