Ahí va un dato importante para entender el mundo de la
televisión: los Homo sapiens somos seres vivos heterótrofos. Parece
irrelevante, una tontería o una broma, pero no lo es. Es un hecho fundamental
que explica muchas cosas. Si fuéramos seres vivos autótrofos, podríamos
sintetizar las sustancias que necesita nuestro metabolismo utilizando solo
sustancias inorgánicas. Entonces, para nutrirnos no necesitaríamos zamparnos otros
seres vivos y otra tele cantaría: no habría programas de cocina por lo que Karlos Arguiñano sería humorista en vez
de cocinero, no habría miles de anuncios de multinacionales de la alimentación
cambiando a su conveniencia la dieta de los niños y jóvenes del planeta de modo
que no estaríamos sometidos al más grande, temerario y menos controlado
experimento científico al que se sometió jamás la humanidad; y, por último, José Corbacho y Pilar Rubio no se habrían pegado el leñazo que se pegaron
presentando la noche de los lunes en Telecinco el talent show “Todo el mundo es bueno”.
Pero la cosa es así: somos seres heterótrofos que debemos
alimentarnos con las sustancias orgánicas que sintetizan otros organismos.
Así que en la tele Arguiñano enseña cómo preparar esas sustancias con un toque
de perejil, grandes empresas modelan a su conveniencia los gustos culinarios de
millones de personas, y Corbacho y Rubio accedieron a presentar una birria de
programa que les permitía ganar el dinero con el que conseguir los alimentos
que necesita su metabolismo.
Ahora que Telecinco ha decidido retirar el espacio del
horario de máxima audiencia y emitirá los programas ya grabados como relleno a
las tantas, Corbacho y Rubio tendrán más tiempo para tomar el sol, pero su
incapacidad para realizar la fotosíntesis hace de ellos carne de cañón y, para alimentarse, en cualquier momento volverán a aceptar realizar otro programa tan rematadamente
malo como “Todo el mundo es bueno”. Pobres seres heterótrofos.
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