Si la vida te da limones, haz limonada. Vale, pero tampoco
te pases y quieras convencer a todo el mundo de que la limonada es una de las
siete maravillas del mundo, lo mejor de lo mejor, lo más chupiguay. Telecinco,
por ejemplo, batió el miércoles pasado un curioso récord: fue la primera vez
que una cadena lideró el horario de máxima audiencia con una audiencia mínima:
la serie americana “Blue bloods” fue la opción más vista de la noche aunque
apenas alcanzó un diez por ciento de cuota de pantalla (la miseria con la que
tenía que conformarse La 2 hace unos años, cuando empezó esta locura de
competencia entre cadenas). Telecinco se apuntó el tanto del día, pero al menos
no hizo declaraciones altisonantes poniéndose una medalla. Hay quien no tiene
ese cuidado.
Almudena Cid,
gimnasta en el pasado y actriz en el futuro (eso quisiera ella), intenta lanzar
su carrera ganando presencia en los medios como comentarista de TVE en los
Juegos Olímpicos. Como no hay un duro, aceptó hacer limonada con el sueldo de
cero euros que le ofrecieron, pero, para más inri, proclamó orgullosa que no
iba a cobrar un duro: “No pasa nada”.
Es tan hermoso descubrir que por debajo de la figura del becario aún puede
haber categorías laborales inferiores. Solo falta esperar a ver si sus
comentarios son tan lucidos como los trajes olímpicos españoles, que también
salieron gratis.
Otra que está orgullosa de su limonada es la ganadora que no
recuerda nadie de la primera edición del concurso “Factor X” que no recuerda
nadie. María Villalón sobrevive de
camarera en un McDonald’s y cree que cada hamburguesa la acerca más a publicar
su tercer disco. ¿No habrá tenido bastante con dos fracasos? ¿Por qué todo el
mundo que canta un poco bien (recordemos que el 50 por ciento de la población
canta mejor que la media, la matemática es implacable) quiere demostrarlo todo
el rato y quiere vivir de eso? En
cualquier otra habilidad humana hay un 50 por ciento de población que es mejor
que la media, pero al menos no se da esa obsesión y pesadez por hacer limonada
con ella y pretender que los demás nos la bebamos.
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