Joey Tribbiani,
el menos tímido y más ligón de la serie “Friends”, lo tuvo fácil para triunfar
interpretando al doctor Drake Ramoray
gracias a un tímido médico francés que vivió hace 200 años. Como a René Théophile Hyacinthe Laënnec le
daba vergüenza acercar el oído al pecho de las pacientes, se le ocurrió interponer
un tubo entre su oído y el pecho que mantuviera una distancia prudente durante
la auscultación. Así inventó el estetoscopio o fonendo, el chisme que, colgado al
cuello, permitía a Joey transformarse en el Dr. Ramoray. Bueno, a Joey y a
cualquier actor que tenga que interpretar a un médico: en la tele o el cine
basta ver a un personaje con un fonendo al cuello para saber que estamos ante
un galeno. No hay atrezo más sencillo, barato y eficaz.
Pues se acaba el chollo. Cada vez se está implantando más el
uso de teléfonos inteligentes con aplicaciones que suplen y mejoran las
prestaciones del entrañable pero viejito y caduco fonendo. Y a ver cómo se van
a hacer ahora las series de médicos si lo que tienen que llevar ahora los
doctores es un teléfono móvil como los enfermeros, como los enfermos, como todo
el mundo. Y a ver ahora cómo las nos vamos a arreglar los espectadores para
entender de un golpe de vista quién es quién es una escena de pasillo en
“Hospital Central” si estamos acostumbrados a que los médicos lleven fonendo
hasta en la ducha.
Ese es el reto. Cuando seamos capaces de ambientar una
película en Egipto sin que salgan pirámides, en París sin la Torre Eiffel, en
Grecia sin columnas, en Venecia sin canales y en Nueva York sin Miss Liberty;
cuando sepamos hacer películas de Navidad sin nieve, de Semana Santa sin leones
devorando cristianos y de verano sin olas, será entonces cuando habremos
alcanzado tal sofisticación que estaremos en condiciones de hacer películas y
series de médicos en las que los galenos no lleven al cuello ese chisme que
inventó un médico tímido hace dos siglos.
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