Vamos a probar suerte. Si los incendios forestales se apagan
en invierno porque en verano es demasiado tarde, a lo mejor hasta ahora no
pudimos apagar el incendio eurovisivo de cada invierno y primavera porque para
entonces era demasiado tarde. Intentemos, pues, apagarlo ahora, en verano, que
todavía estamos a tiempo. Hace unos días se empezaron a juntar los primeros
rastrojos resecos en Malmö, Suecia, donde arderán tres galas devastadoras en
mayo de 2013, así que vamos a hacer limpieza.
Como todavía estamos en 2012, aún nos suena el nombre de Pastora Soler, última representante de
RTVE en Eurovisión que en un par de añitos se hundirá en el pozo del olvido en
el que reposan los representantes anteriores. Volvió del certamen un poco
resentida porque quedó la décima y fue vencida por unas señoras rusas que
fueron allí de fiesta y quedaron las segundas: “No estaría mal hacer un poco de criba y solo aceptar apuestas serias e
importantes”. Pues venga esa criba y esa importancia. Si se tuviera en
cuenta sólo el voto de los jueces del festival, Soler habría quedado la quinta,
mientras las abuelas rusas bajarían al puesto undécimo. Claro que, según el
televoto de la audiencia, Soler se hundiría en el puesto 18 y las rusas
merecían el segundo a sólo un suspiro de la vencedora. Entonces, ¿qué votos son
más valiosos y deben ser tenidos en cuenta para hacer la criba y buscar la
importancia que necesita Eurovisión? Muy fácil: los que nos benefician.
Así que secundamos la protesta ante la UER de Suecia,
Noruega, Finlandia y Dinamarca que apuestan por la democracia y no quieren
permitir la participación en el festival de países no democráticos. Prediquemos
nosotros con el ejemplo, eliminemos los votos elitistas de los jueces,
aceptemos que los televotos nos hunden en el puesto 18, asumamos teledemocráticamente
nuestra humillante telederrota y abandonemos antes de
que nos devore otra vez este incendio.
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