Después de las series “Spartacus: sangre y arena” y
“Spartacus: dioses de la arena”, precuela de la anterior, Canal + emite “Spartacus:
venganza”. La segunda temporada de las neoaventuras,
punkiaventuras o ciborgaventuras de Espartaco
tiene muchísima más sangre, mucho más sexo, algo menos de intriga política y
nada de psicología. Cuerpos perfectos de gladiadores, patricios, esclavas y
plebeyos moviéndose por Capua. Espadas hambrientas de carne, cabezas cortadas,
puñales que entran por el ojo (no es una metáfora) y heridas espantosas que
llenan la pantalla. Espartaco anda por ahí rumiando su venganza. Lucrecia se ha convertido en una
extraña mezcla entre misticismo y astucia. Glaber
sigue igual de perdido. Pero todo esto es lo de menos. “Spartacus: venganza” es
una serie ultraviolenta con dosis de sexo explícito que molestará a algunos e
hipnotizará a otros. ¿Espartaco? Espartaco sólo es una buena excusa.
No es lo mismo que Hannibal
Lecter diga que ha quedado con un amigo para comer o que lo diga Frasier Crane. Si lo dice Hannibal
Lecter, ya sabemos que nuestro psiquiatra más temido se comerá a su amigo
mientras bebe un buen chianti, pero si lo dice Frasier estamos seguros de que
nuestro psiquiatra favorito y su amigo comerán en un buen restaurante y nos
reiremos con ellos mientras beben un carísimo vino francés. Pues bien, no es lo
mismo que Stanley Kubrick ruede una
película sobre Espartaco con guión de Dalton
Trumbo protagonizada por Kirk
Douglas o que una productora estadounidense fabrique una serie de
televisión sobre Espartaco con una estética que debe algo más que una caña a la
película “300”
y pensando en un público acostumbrado a ver en el sofá series como “The walking
dead”. Digamos que el Espartaco de Kubrick es Frasier Crane, mientras que el
Spartacus televisivo es Hannibal Lecter. No podemos pedir a Hannibal Lecter
sofisticados juegos de palabras y divertidos enredos amorosos, y no podemos
pedir a “Spartacus: venganza” rigor histórico y profundas reflexiones acerca de
la libertad. Hannibal Lecter se come el hígado de su amigo regado con un buen
chianti, y Spartacus destripa a sus enemigos mientras en la parte de atrás un gladiador
hace el amor furiosamente con una esclava. En otra cadena, Frasier Crane y Kirk
Douglas charlan y beben vino francés.
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