Soledad Becerril debe
quedarse sin vacaciones. Acaba de tomar posesión del cargo de Defensora del
Pueblo y el compromiso adquirido con todos los españoles y las instituciones
que nos representan así lo exige. Tendrá reclamaciones urgentes que pueden
esperar, vale; denuncias escandalosas que pueden posponerse, de acuerdo; abusos
inmorales que pueden archivarse un tiempo, está bien; pero la situación
lamentable en la que se encuentra Aída «Laengreída» Nízar reclama una
solución inmediata que no admite dilación.
Todos creíamos saber la razón por la que «Laengreída», estudiante fracasada de
Derecho, había conseguido hace unos meses un trabajo en “Sálvame” (presentado
por un señor que la había llamado “hija de puta” menos de un año antes y que
cuenta con la presencia de enemigos declarados de esta saltimbanqui de la
telebasura). Se había dicho que “La fábrica de la tele”, productora del
programa, la había contratado a cambio de que retirara las demandas que ella y
su clan familiar habían puesto contra la productora y su clan económico. Pues
resulta que no fue por eso.
Pero «Laengreída»
acaba de contar que no, que estuvo “declinando
suculentas ofertas” hasta que “La fábrica de la tele” le propuso explotar
su “gran potencial televisivo”. Y a
qué precio: “He renunciado a mi vida
personal y amorosa para dedicarme de manera incondicional a comunicar”.
Becerril tiene que abordar e impedir esta cruel situación de explotación, renuncia
y abnegación. Además, corre peligro de ser suplantada en su función de
Defensora del Pueblo por «Laengreída»,
que empezó autonombrándose “la voz del
espectador”, siguió autotitulándose “el
micrófono de la sociedad más olvidada”, y, si la dejamos, esta emuladora de
Robin Hood continúa como Defensora
del Pueblo, desplaza al presidente del Banco Central Europeo y acaba de Reina
Chupiguay de la ONU.
Por favor, Becerril, renuncie a sus vacaciones. Hágalo por
ella. Hágalo por usted. Hágalo por nosotros.
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