Los católicos creen comerse el cuerpo de su dios mediante el sacramento de la Comunión que tiene lugar durante la misa. No es una metáfora ni una forma de hablar. No es que la oblea simbolice o represente el cuerpo de Cristo. Es dogma de fe indudable que en el momento de la consagración, -en cada consagración, en cada misa-, tiene lugar un milagro de transustanciación, de forma que el pan que el sacerdote eleva hacia el cielo baja convertido en el auténtico y real cuerpo de Jesucristo, que los creyentes proceden a comerse a continuación. Esta teofagia puede ir complementada con la bebida de la auténtica y real sangre de Jesucristo, que se obtiene mediante otro milagro semejante, esta vez partiendo de vino tinto. Hace ocho años, en un programa de Canal+, Javier Krahe, -el Georges Brassens ibérico, el Mejor Rimador del Reino de España, veterano autor de un cancionero dotado de unas alturas literarias que no le harían impropia la obtención del Premio Cervantes-, se mofó de esta idea, -que ya me dirán ustedes si no es la creencia más sórdida, estrafalaria y necia que cabe imaginar-, y se metió en un jaleo jurídico que ha durado hasta ayer y que en sus momentos más oscuros convertía “El proceso” de Kafka en “Mi pequeño pony”.
Pero como todos los que adoramos a Krahe, -aunque no nos lo comeríamos-, sabemos que escribirá alguna imposiblemente ingeniosa canción sobre esta peripecia, me permito, en el colmo de la osadía y con la tranquilizadora seguridad de que no me hará ni puñetero caso, sugerirle algunas rimas que podrían formar parte de la letra. Así, “clero” rima con “cero”, “majadero”, “embustero”. “Inquisición” rima con “indignación”, “frustración”, “enajenación”. “Juicio” rima con “vicio”, -por cierto, “Presidente del Consejo del Poder Judicial” rima con “te has portado muy mal”, pero ése es otro cantar-. “Intolerancia” rima con “arrogancia”, “ignorancia” y “exiliarse a Francia”. “Hostia” no rima con nada, y “religión verdadera” rima con muchas palabras, pero dejadme, ay, que yo prefiera “hoguera”, “hoguera”, “hoguera”...
1 comentario:
Este asunto es tan indignante que no sé por dónde empezar. ¿Por la absurda, pero reveladora carta que te escribió Esteban Greciet? ¿Por el sitio web de los denunciantes de Krahe, igualmente absurdo, pero temible además?
El artículo en que se basa esta denuncia debería derogarse. No es lógico ni aplicable que exista el derecho a que a uno no le ofendan. (A mí me indignan muchísimas opiniones y no se me ocurre pedir ya no que multen salvajemente como pedían para Krahe y Fernández Villa, sino que retiren tribunas y artículos ofensivos para mí.) Por lo que veo en un país como Estados Unidos, que lleva años peleando por la libertad de expresión, es la religión la que suele provocar tensiones. No es de extrañar, dado cómo se originó la nación y el dogmatismo que acompaña a las religiones. Sin embargo, ni siquiera han sido capaces de condenar al repugnante (y religioso) Fred Phelps, por más ganas que tengan muchos, y me parece muy bien.
El reciente caso del indio Sanal Edamaruku ilustra los problemas de ese supuesto derecho a que a uno no le digan que está equivocado o cree tonterías. Este hombre está amenazado con la cárcel y ha tenido que exiliarse por herir los sentimientos religiosos de los católicos de Bombay. Su delito: denunciar que unas lágrimas milagrosas no eran más que agua sucia.
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