Bonita canción: “No
creo en la evolución, sé que es cierta la Creación. Creo que el Dios del
Cielo nos creó a ti y a mí, bendice su nombre por lo que hizo, da crédito a
quien lo merece. Yo no salí de una charca ni bajé de ningún árbol, Adán es mi
antepasado, y no un chimpancé. Dios lo creó todo, y en seis días nada más. La
teoría del Big Bang es un birria y lo del millón de años también”. Estén
atentos a La 2 si quieren oírla en versión original, cantada por un tipo
vestido de vaquero armado con una guitarra (ay, Woody Guthrie, usan esa hermosa máquina para matar científicos),
cantando en una iglesia del Estado de Ohio, EEUU, con niños y adultos batiendo
palmas.
Averigüen cuándo TVE reemitirá, en medio del caos de
multidifusiones en el que se ha convertido La 2, el capítulo titulado “¿Y qué
hay de Dios?” de la serie “Evolución” del programa “Docufilia”. Estos días me
lo tropecé tres veces, pero no es fácil saber cuándo emiten nada si la hoja de
programación solo pone “Docufilia” (y, como mucho, añaden “Evolución”).
“La próxima vez que
alguien diga millones de años’, levantarán la mano y dirán ‘disculpe, ¿estaba
usted allí?’”. La Biblia
debe tomarse al pie de la letra (¿no es la palabra de Dios?, ¿quiénes somos
nosotros para interpretar y alterar sus exactas
palabras?): “Si la Biblia se equivoca al
hablar de biología y geología, ¿por qué voy a creer en ella cuando habla de
moralidad y salvación?”. Nathan
Baird estudia ciencias en una de las 50 principales universidades de USA,
donde los profesores tienen que firmar que creen que la humanidad procede de
dos personas llamadas Adán y Eva creadas por Dios porque, como institución, el
centro se compromete a fortalecer la fe de sus alumnos en el Dios de la Biblia. Aun así, su familia recela
de sus estudios: “¿Qué, ya te has vuelto
evolucionista?”, “Por muchos
descubrimientos que haga la ciencia, Dios nos dice y yo lo creo que la
sabiduría del hombre es necedad”. Maude
Flanders que estás en los cielos, ruega por nosotros.
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