No, “House” no terminó ayer en Cuatro. Qué va. Nos han estado vendiendo durante semanas la promoción del final de “House”. Han colocado anuncios permanentes en la esquina superior derecha de la pantalla referentes a la emisión del último capítulo. Ha sido noticia en la prensa y hashtag en twitter. Pero no es verdad. Una de cada cien series que se realizan dan tan precisamente en el clavo de lo que está ocurriendo en la sociedad del momento que adquieren mágicamente el don de la inmortalidad. No me refiero a la avalancha de reposiciones y requeteposiciones de cada uno de los 177 capítulos que nos espera en las cadenas generalistas y especializadas. Tampoco me refiero a la tentadora oferta de dvds que nos va a estar acechando en cada comercio del ramo. Me refiero a algo más abstracto: el personaje de Gregory House, -gracias a la extraordinaria labor del actor Hugh Laurie y a la más que extraordinaria labor de los guionistas de las cuatro primeras temporadas-, supone la cumbre definitiva del personaje tantas veces ensayado del perdedor heroico. Esa mezcla exacta de amargura y genialidad, de hostilidad contra los demás y contra uno mismo, de miserias personales y honradez radical, ese individualismo brutal, esa brutal falta de empatía, esa incapacidad brutal para establecer relaciones personales sanas, define tan bien el arquetipo propio del héroe de comienzos del siglo XXI que hace que “House” vaya a seguir presente en el imaginario colectivo indefinidamente.
“House” no terminó ayer en Cuatro. Como la vida en el budismo, lo vamos a estar viendo aparecer constantemente con otras formas a partir de ahora. Incluso estando televisivamente vivo ya floreció en el Sherlock Holmes de la BBC y en el Sheldon Cooper de “Big Bang”. Nos esperan decenas de Gregorys House en los personajes futuros, no importa cómo se llamen, cuál sea su trabajo o el género televisivo de las nueva serie. Hasta pronto, House, seguiremos admirando tus defectos sin importarnos las nuevas caras y las nuevas voces con las que te veremos.
1 comentario:
No estoy de acuerdo. House no es precisamente un perdedor, es un médico de éxito. House encarna al sociópata de manual que justamente ocupa puestos directivos en grandes empresas, o que se mueve como pez en el agua en el mundo de las finanzas. Lo que lo hace especial, lo que hace que lo veamos como un bicho raro es que se dedique a una actividad en la que en principio no debería encajar por lo que supone de entrega y de atención al sufrimiento ajeno. Las miserias personales de House son las de cualquier bully de patio de colegio, y me sugieren un título alternativo para la serie: los hijoputas también lloran. Que nosotros admiremos a un tipo así y le riamos las gracias es lo realmente sintomático de los tiempos que vivimos y dice mucho de nosotros y de nuestro anhelo patológico de líderes carismáticos.
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