Hay que volver a felicitar a Telecinco. El lunes por la
noche ha mejorado su programación con el estreno de “Todo el mundo es bueno”. Es
un programa rematadamente pesado, malo, repetitivo, friki, aburrido y,
discúlpenme si recurro a términos demasiado ofensivos en un artículo para todos
los públicos, es un programa veraniego, que es de lo peores cosas que se pueden
decir de un espacio televisivo. Y mira que no tiene piscinas, chicas en biquini
ni a la vaquilla Rapidilla que te embiste si te pilla, pero es un programa
veraniego como la copa de un pino. Y si hay que decirlo, pues se dice.
Felicidades a Telecinco porque después de tantos años
descendiendo a los sótanos de la naturaleza humana, escarbando en lo más lúgubre,
hundiéndose en el lodo, ha mejorado volviendo a los niveles de sordidez de hace
15 años, cuando la tele ya estaba mal pero no tanto. En 1997 la por entonces “cadena amiga” puso al padre Apeles a presentar un programa en
el que una retahíla de frikis subía al escenario, hacía su numerito y una
pantalla que descendía del techo lo tapaba a medida que el público apretaba un
mando a distancia si se aburría. “Cita con Apeles” duró mes y medio. Fue la
cima de la carrera televisiva de aquel clérigo con alzacuellos y verbo afilado que
ahora interpreta el papel de juguete roto, que hace unos meses visitó “La
noria” hablando de su falta de dinero, de su falta de trabajo y de su falta de ganas
de vivir, que mendigó una silla de contertulio de algún programa, y que ahora
está ingresado de urgencia en un hospital de Barcelona por una ingesta de
fármacos.
Felicidades a Telecinco y mucho éxito para José Corbacho y Pilar Rubio, presentadores de esta “Cita con Apeles 2.0” . Su programa es una
birria, pero la cosa está mu malica y
el trabajo es el trabajo. Peor es pedir o suspirar por una silla en un rincón
de “Sálvame”.
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