Algún día el teletexto dominará el mundo. Quizá no mañana, quizá no el mes que viene, pero si algo ha demostrado el teletexto es su infinita paciencia, su capacidad de supervivencia con el único alimento de las escasísimas personas que aprietan el botón equivocado del mando y quedan unos segundos extrañados ante la antediluviana pantalla. Antediluviana, sí, como el magma de los volcanes que en el futuro arrasarán la Tierra, como los helechos que sobrevivirán a las angiospermas, como las cucarachas que gobernarán el planeta en cuanto Alaska y Vaquerizo graben un par de temporadas más de su reality. El teletexto celebra estos días su vigésimo cuarto aniversario. Mejor dicho, lo cumple pero no lo celebra. El teletexto nunca celebra nada. No se mueve. No cambia. Observa la fugacidad del mundo y sus afanes. Cuando nació, las redes eran instrumentos de pesca, los teléfonos estaban al lado del sofá y tenían seis dígitos. Con motivo de este aniversario, TVE ha decidido no hacer absolutamente nada. Bien, ésa es la actitud.
El teletexto espera su momento. Sabe que los ordenadores de sobremesa, los ordenadores portátiles, internet, facebook, twitter, los SMS, los smartphones, el whatsapp, el ipad y el ipod, no son más que modas pasajeras. Steve Jobs ha muerto, pero el teletexto continúa, convencido de que más temprano que tarde se abrirán de nuevo las grandes alamedas y los jóvenes renunciarán a tanta tecnología vacua volviendo a esa pantalla de cuatro colores, con píxeles de centímetro y medio de lado que intentan dibujos grotescos, en donde igual podemos consultar el resultado de un partido de segunda división o conseguir el número de un tarotista en Barcelona si sabemos esperar cuatro o cinco vueltas a su contador de 999 páginas.
“Cuando el teletexto despierte, el mundo temblará”, dejó dicho Marshall McLuhan. El servicio de telegramas de Correos y los contestadores automáticos de los teléfonos fijos aplaudieron encantados. El teletexto, como el hombre de Miguel Hernández, acecha.
Dónde estaría este tipo si no fuera quién es.
ResponderEliminarVirgen y cascandósela como un mono, pues el sueldo del único contrato de tres meses, de auxiliar de reponedor en el Dia, hace dos años, no lo pudo estirar ni para que la pilingui más barata de la ciudad le diese un beso en la mejilla??
Oh yes.
Me leí mucho reyendo el artículo.
ResponderEliminarIncluiré enlace a este artículo en mi "Destacados" del próximo domingo.
http://www.comunsinsentido.com/