Or-ga-ni-za-ción. Como en el chiste, lo que hace falta en la
Familia Real es organización. Si entre abuelos, yernos y nietos quieren acabar
con la institución, que acaben. Si quieren hacer más que nadie por la III
República, que lo hagan. Pero que se organicen. Que no se pisen unos a otros en
sus constantes performances. Que guarden
turno para que a los súbditos nos dé tiempo a asimilar lo que tenemos. Y si les
falta responsabilidad institucional, si no lo quieren hacer por respeto a lo
que representan, que al menos lo hagan por responsabilidad televisiva, que por
su culpa la tele está intransitable.
En la tele aguantamos mensajes navideños, noviazgos, bodas, embarazos,
nacimientos, bautizos y funerales. Pero con las separaciones, accidentes,
operaciones, posoperatorios, contabilidades creativas, juicios, cacerías,
tiritos y los consiguientes biopics
televisivos no contábamos. Y luego está la insistencia del último parte médico dando
codazos para abrir los informativos. Y los cansinos debates en los magacines
matinales. Y la insondable noche sabatina en Telecinco de mano de Jordi González, con Jaime Peñazofiel
y Cuca García de Vinuesa demostrando
que la bondad de la monarquía puede ser opinable, pero la existencia de monarcólogos profesionales es nefasta per se.
La desorganización en la Familia Real puso patas arriba un
14 de abril televisivo que debería haber transcurrido entre los inofensivos
actos de recuerdo a la II República y el demoledor choque contra el centenario
del hundimiento del Titanic. El remate lo puso la foto del rey de depredador
cazador de elefantes. Años de campechanía y cercanía a sus súbditos tirados por
la borda (si es que se pueden poner las palabras “cercanía” y “súbditos” en la
misma frase). Todas las visitas de la reina abrazando ositos panda hechas añicos.
Nostalgia de la imagen de Franco
limitándose a sacar salmones en el Sella y el Cares. Y la amenaza del “equipo médico
habitual” cuando trata de tranquilizar: “En uno o dos meses hará vida normal”.
¿Normal? ¡No fastidies!
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