P.T. Barnum hubiera sido feliz en el MIP TV de Cannes. Lo que pasa es que el buscavidas norteamericano murió 120 años antes y, claro, en esas condiciones se hace difícil disfrutar de la feria de nuevos formatos televisivos que se celebra cada primavera en la ciudad francesa. Hubiera sido feliz como un resucitado porque la televisión actual, avanzando frenéticamente hacia el futuro y renovándose constantemente gracias a un huracán de creatividad, se parece cada vez más a los circos ambulantes sobre raíles del siglo XIX que consiguieron que Barnum dejara de ser un charlatán vendedor de jarabes curalotodo y se convirtiera en un millonario excéntrico, medio político, medio filántropo. Dos lemas dirigieron su vida: “Yo lo único que quiero es llenarme los bolsillos de dinero” y “No importa la tontería que te inventes, cada minuto nace un idiota que se la creerá”. La primera consigna se puede aplicar directamente al MIP TV. Para aplicar la segunda basta con sustituir “tontería” por “programa de televisión” e “idiota” por “espectador”.
Anoten algunos nuevos formatos exhibidos en Cannes. “Undercover Massage”: concurso en el que los participantes con los ojos tapados deben averiguar la identidad del famoso que les está dando un masaje. “Light Sleepers”: pruebas basadas en el mundo del dormir; los participantes competirán entre ellos para ver quién se duerme antes, quién se despierta antes y quién aguanta más tiempo sin dormir. “Mission Extra Large”: un grupo de personas obesas buscarán perder peso entrenándose para viajar al espacio; el que adelgace más obtendrá el premio de un viaje al espacio. “The audience”: una persona está en crisis, y cincuenta tipos del público le acompañarán durante una semana, aconsejándole y supervisando como toma las decisiones correctas para resolver sus problemas. No importa el programa que te inventes, cada minuto nace un espectador que lo verá y que llenará los bolsillos de dinero a los tataranietos de Barnum que se reunieron en Cannes a comienzos de abril. Si P.T. Barnum hubiera vivido 120 años después, el Ringling Brothers and Barnum & Bailey Circus se llamaría sencillamente "televisión", y seguiría siendo el mayor espectáculo del mundo.
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