No bastó con agacharse un par de veces para esquivar el biopic de Carmina Ordónez. Los dos capítulos de la miniserie “Carmina” no fueron solo dos pedradas tiradas por Telecinco al estanque televisivo para salpicarnos un par de veces. Con una pedrada de hora y media el miércoles de la semana pasada y otra similar este miércoles solo podrían aspirar a salpicarnos durante tres horas con la historia de una señora a la que la industria que alimentó y la alimentó en vida no quiere dejar descansar en paz una vez muerta. Porque “Carmina” es, más que dos pedradas, un intento de mantener revuelto el estanque en el que pesca Telecinco con el oleaje suficiente como para salpicarnos durante el tiempo que se tarda en preparar y lanzar más piedras.
El programa “Gran hermano” genera contenidos para sí mismo y para otros espacios (en varias cadenas de Mediaset, si contamos la reemisiones). La troupe de “Sálvame” hace otro tanto. Con miniseries como “Carmina” (igual que antes hizo con las dedicadas a Isabel Pantoja, la duquesa de Alba, Tita Cervera o Rocío Dúrcal), solo se busca generar más olas en el estanque para que el eje del mal pueda tenernos permanentemente empapados con sus miasmas.
Por eso alrededor de “Carmina” se construyó “La noche de Carmina”, una caja de resonancia creada para hurgar en los despojos y echar leña al fuego. Siendo así, cuanto más molesten las miniseries a los personajes que retrata o a sus familiares, cuantos más llamen al “teléfono de aludidos”, cuanto más polémicas, controvertidas o directamente falaces resulten ser, mejor cumplirán su cometido. Vistas las declaraciones que hizo el torero Fran Rivera contra la cadena y contra la serie, visto lo bien que entró al trapo, lo bien que se dejó torear y lo bien que lo llevaron al terreno de la polémica que les convenía, hay que concluir que “Carmina” fue una miniserie cojonuda y las pedradas salpicaron todo lo que se pretendía.
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