A la tele le gustan más los tópicos que a Belén Esteban un bisturí. Una vez superada la fase en la que por todos los programas menudeaban primero los consejos sobre qué platos de enjundia cocinar para las grandes comilonas y después qué platos ligeritos cocinar tras las grandes comilonas, vivimos ahora esa otra fase en la que por todos los programas menudean primero los consejos sobre cómo acertar con los regalos más chulos para Reyes y después qué hacer con los regalos horrorosos que te hayan hecho. Pero, en medio, antes tuvimos que vivir esa fugaz fase intermedia de apenas un par de días en la que por todos los programas menudearon los consejos sobre cómo llenar el zurrón con hermosos propósitos para el nuevo año seguidos de la constatación de que prácticamente nunca se cumplen. Y, ¡albricias, por fin llegamos!, de eso va la columna de hoy.
Es muy triste ver en la tele que cada año los reporteros de calle se encuentran con que los transeúntes que no salen corriendo al ver un micrófono dicen siempre lo mismo: los nuevos propósitos para el año nuevo son dejar de fumar, ir al gimnasio, aprender inglés y bajar unos kilos. ¿Nuevos? Pero si las tablillas sumerias, además de la cosecha y el rey, no hablan de otra cosa. ¡Más imaginación, por Dios, que están saliendo en la tele! Por ejemplo: ser más rápido con el mando a distancia para cambiar en milésimas de segundo cuando aparezca Jorge Javier Vázquez, no aprender el nombre de ningún concursante más de “Gran hermano”, dejar de usar La 2 para dormir la siesta, no volver a quedar boquiabierto mirando Intereconomía pensando que parece imposible que se puedan decir tantas barbaridades seguidas, dejar de estropear las reuniones de amigos imitando a Matías Prats y su cuenta naranja. ¿No es mejor esto que pretender alimentarse de ensalada en el restaurante inglés de un gimnasio en el que no se fuma?
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