En aquel viejo poema que tantas veces leímos, tantas veces recitamos a nuestras confundidas amantes, Ángel González hablaba de ser Dios, de tener un secreto para poder crear y recrear constantemente un ser igual a ti. En aquel poema también el poeta de Oviedo daba la fórmula para probar esas recreaciones y asegurar la fidelidad a un original que paradójicamente está en permanente cambio: “a la manera de los panaderos cuando prueban el pan, es decir, con la boca”. Como los niños muy pequeños cuyo codo permite que la mano trace arcos perfectos entre su boca y el mundo. Como hacen cada semana Juan Echanove e Imanol Arias en “Un país para comérselo”, único programa del planeta en donde los presentadores utilizan la boca sólo secundariamente para hablar, ya que lo que principalmente hacen con ella es comer. Comer y beber. Comer y reír. Comer y besar. Comieron bienmesabe en Gran Canaria el pasado jueves. Comieron pan de cruz en Tomelloso el anterior.
Se extrañaba Sigmund Freud de la importancia que la boca, -el extremo superior del tubo digestivo-, tenía en la sexualidad humana. Se extrañaba Wilhelm Reich de la importancia que la boca, -el órgano sexual superior del cuerpo de los hombres-, tenía en la alimentación. Nos extrañamos todos de la importancia que la boca, -sofisticadísima apertura al mundo con la que comemos y besamos sin hacernos daño-, tiene en el habla de las personas. Cada jueves, en La 1, Arias y Echanove prueban España a la manera de los panaderos cuando prueban el pan, es decir, con la boca. Y disfrutan extrañados, como los niños muy pequeños, Freud, Reich y todos nosotros, de la importancia que la boca tiene en el éxito de un programa de televisión. A partir de ahí pueden repetir y repetir un país siempre igual y siempre diferente, sorprendiendo, manteniendo absortos a los espectadores con su tarea de catadores de la creación, de panaderos notarios. Nos basta así.
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