Un equipo de investigadores punkis (digo yo que serían punkis) descubrió que decir tacos alivia el dolor. Pues venga esa terapia: ¡mosquis, leñe, maldición!”. Uf, qué a gusto me he quedado. Es que, ¡caray!, me duele comprobar una y otra vez que la tele reducida a chicle para los ojos y comida basura para el alma todo el mundo la conoce y triunfa, mientras que para hablar de buena televisión lo primero que hay que hacer es explicar a los parroquianos de qué programa se trata porque casi nadie lo conoce. Me duele mucho, ¡cáspita!, porque hoy vamos a hablar de “La mitad invisible” que emite La 2 los sábados a las 7,30 de la tarde. Un programa que está entre las 10 mejores cosas que se hacen en la tele actual, que te coge del suelo hecho un guiñapo y media hora después de suelta reconciliado con la tele, con la humanidad, con la vida. ¡Con la falta que nos hace a todos reconciliarnos con la tele, la humanidad, la vida, y ni nos enteramos de que pasa a nuestro lado! ¡Cómo me duele, rayos y centellas!
Hace muchos meses que La 2 emite (y después reemite) “La mitad invisible”. Meses en los que pasamos de tropezarnos con él y quedarnos en su compañía a buscarlo activamente como estrategia de supervivencia personal. Al principio resultaba desconcertante ver al gran Juan Carlos Ortega, genio del humor más genial, en la tarea de presentador perplejo de un programa sobre el arte y la cultura que busca la comprensión y la emoción a partes iguales. Dos ejemplos: el programa dedicado hace 15 días al “Cántico espiritual” de san Juan de la Cruz nos dejó clavados a la silla, el dedicado este sábado al monólogo de la guerra de Gila hizo justicia a un talento que, cuando hay suerte, está en el ADN del humor y la vida buena del español actual.
En el arte hay una mitad invisible que no se toca pero que explica muchas cosas, dice Ortega. Vale, no soy capaz de explicaros la mitad invisible de “La mitad invisible”, pero al menos me gustaría convenceros para que abrierais los ojos y mirarais, ¡caramba!
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