A lo que llega uno. Años renegando de las galas televisivas y ahora se echan de menos. Años despotricando de que en la tele cualquier cosa se celebraba organizando una gala, de que “Murcia, qué hermosa eres” no se limitara a ser un verso encerrado en una zarzuela localista y se hubiera transformado en una hortera gala nacional que cada año nos machacaba las neuronas, de que las cadenas de televisión rellenaran la programación con galas los días que no se les ocurría otra cosa que hacer, y ahora estamos peor. Mucho peor.
Ahora las cadenas han descubierto que pueden producir programas mucho más baratos que las galas. Se pone a unos cuantos en un plató a gritar a la vez, a despellejar a la vez, a alborotar a la vez y ya está. Antes al hacer zapping se corría el peligro de encontrarse a una pareja de presentadores sonrientes. Ella era sosita, guapa y con vestido escotado; él simpático, feúcho y con pajarita). Uno hablaba mientras el otro sonreía y asentía con la cabeza para que viéramos que lo que decía el primero era verdad. Y entre actuación y actuación interpretaban diálogos surrealistas para dar paso al siguiente número.
- Con este calor apetece darse un chapuzón.
- Sí, pero estamos muy lejos del mar.
- No importa, nuestros próximos invitados son Los del Río y podemos refrescarnos con ellos bailando “Macarena”.
Hoy llaman galas a los concursos y sus sucedáneos. Se hace la gala de “OT” para que canten los concursantes, se hace la gala del programa anteriormente conocido como “Mira quién baila” para que bailen los concursantes, se hace la gala “Supervivientes” para que can… para que bai… para que los concursantes ofrezcan un pretexto para hablar de ellos durante horas. Las galas de hoy dan respigos, producen pesadillas y ganas de vomitar. Las galas de antes sí que eran buenas, solo daban respigos.
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