Hace entre 6.000 y 10.000 años, en el noroeste del mar Negro, nació el primer ser humano que, gracias a la mutación de un gen, tenía los ojos azules. Los 150 millones de personas que hay hoy en el mundo con este color de ojos descienden de ese primer par de ojos azules. Todos poseen copias de aquel gen mutante que un buen día hizo plin y produjo la mirada de Paul Newman. Qué lindo.
Hace once años, en Holanda, nació del primer programa de televisión que, por culpa de la mutación en un gen que hubiera hecho mejor quedándose quietecito, llevaba la etiqueta de reality show. Los 150 millones de horas de televisión que hay hoy en el mundo viviendo de la telerrealidad descienden de ese primer experimento sociológico. Todos poseen copias de aquel gen mutante que un mal día hizo pluf y produjo una avalancha cuyo último ejemplo tuvimos anteayer: gracias a “Supervivientes” Rosa Benito mejoró su caché como tertuliana, ganó 200.000 euros y Telecinco se embolsó muchísimo más. Qué aburrimiento.
China está reconsiderando su política del hijo único. Aplicada a aquel primer hombre nuevo del mar Negro nos hubiera dejado sin miradas azules. Pero aplicada al primer “Gran hermano” holandés nos hubiera librado de “El bus”, “La isla de los famoS.O.S”. “La casa de tu vida”, “Operación triunfo”, “El marco”, “Hotel Glam”, “Factor X”, “Confianza ciega”, “Supermodelo"; “Fama”, “La granja”, “Esta cocina es un infierno”, “Fama, ¡a bailar!”, “El castillo de las mentes prodigiosas”, “Mujeres y hombres y viceversa”, “Granjero busca esposa”, “I love Escassi”; “El aprendiz”; “Las joyas de la corona”, “Cambio radical”, “Cuestión de peso”, “Curso del 63”, “El barco” y, sobre todo porque lo tenemos más reciente y duele más, de “Supervivientes”. Con que el “Gran hermano” holandés hubiera tenido un único hijo, el “Gran hermano” español, ya tendríamos en nuestra pantalla monstruos mutantes más de que de sobra.
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