Shakespeare permitió a Macbeth resumir lo incomprensible y desconcertante de nuestras vidas en una sola frase: “La vida no es más que una sombra en marcha; un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario y después no vuelve a saberse de él: es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada”. Calderón de la Barca logró que Segismundo condensara lo evanescente y fútil de nuestros afanes en 10 palabras: “Toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Cuatrocientos y pico años después, aquello quedó en nada.
Esta es la tragedia de la semana: María Teresa Campos se marcha de “Sálvame” dando un portazo. Añoramos a Macbeth. En las tragedias actuales, una troupe de malos actores se pavonean y agitan durante horas en el escenario y después no desaparece. Al día siguiente vuelve a saberse todo de ellos durante varias horas más: es un cuento sin fin contado por un corrillo de idiotas, llenos de ruido y furia, que no significa nada”. Añoramos a Segismundo. Todo “Sálvame” es una pesadilla recurrente, y las pesadillas recurrentes son muy pesadas y muy recurrentes.
Hace unos meses, Karmele Marchante se marchó de la ganadería de Jorge Javier Vázquez con menos revuelo. Pero esta vez la Campos actuó justo como hubiera hecho una buena profesional. Se enfadó en directo y alimentó el fuego que, según ella, quería apagar. Ese programa, dijo, no era el suyo y no lo necesitaba. Mientras, hacía exactamente lo que Telecinco necesitaba de ella. Todo salió tan bien que incluso Ana Rosa Quintana, experta en venenos y usurpadora del trono de reina de las mañanas, aprovechó la ocasión para alimentar su propio programa y se permitió la pirueta de salir en defensa de la defensora del telespectador de “Sálvame”. Qué tragedia.
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